¡Viva Paz y la paz!

Así como se lee: viva Paz y la paz; no sólo de la que tanta falta le hace a una sociedad llena de guerras y violencia, sino también del poeta que cimbró el campo literario: Octavio Paz.

Nació el 31 de marzo de 1914 en la Ciudad de México. Fue hijo del abogado y consejero de Emiliano Zapata –Octavio Paz Solórzano–, vivió en la colonia Mixcoac antes de formar parte de la gran urbe. Allí, gozaba de las tardes de los jueves y domingos con su abuelo Irineo, cuando hacían su visita al cine. Hoy, Paz es una leyenda con aspiraciones de inmortalidad, tanto por su renuncia a la embajada mexicana en la India como forma de protestar contra la masacre del 2 de octubre en Tlatelolco, así como por el polémico divorcio de Elena Garro y su consagrada premiación con el Nobel de Literatura en 1990.

Hacia finales de 1996, un corto circuito en la televisión de su departamento causó un incendio que devoró gran parte de su biblioteca –se cree que incluso algunos de sus manuscritos– y muchos de sus objetos personales, los cuales coleccionaba desde su juventud. La pérdida de este tesoro sumió al poeta en una depresión que acentuó el deterioro de su salud.

Actualmente, Octavio Paz tiene tanto partidarios de su obra y su postura política, como detractores de las mismas. Sin embargo, su injerencia en el mundo cultural fue, de cierta forma, decisiva para las humanidades como las conocemos hoy en día en México. Paz falleció el 19 de abril de 1998. Hoy lo recordamos a 18 años de su partida con estas palabras; hacemos un pequeño homenaje a un humano y poeta tan grande. Seguro le quedarán cortas, pero sabría apreciarlas.

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MasCultura 19-abr-16