The End Of The F***ing World: Una oda a la adolescencia tardía
Martes 5 de noviembre de 2019
Ángel Armenta López
Hace unos días llegó a la plataforma de series Netflix, la segunda temporada de The end of the f***ing world. En esta segunda entrega, podemos ver cambios sustanciales en la historia, que, aunque, sigue perfectamente como secuela después del asesinato del profesor de filosofía Clive, los personajes se reinventan después del traumante suceso para entregarnos una historia redonda y con altos bríos.
La realidad es que ya no nos parecen los psicópatas que nos mostraron en la primera temporada, más bien, podemos ver a un par de adolescentes afrontado situaciones de adultos, como lo es la muerte de un ser querido o el matrimonio como última salida, aunado a constante hostigamiento de un tercer personaje que liga las dos temporadas: Bonnie. Dicho personaje resulta ser una de las varias amantes del profesor Clive, esta pierde los estribos al enterarse del asesinato a manos por los dos jóvenes dentro de la casa donde algunas noches había compartido con su amado. Otro cambio considerable es el reblandecimiento de James (Alex Lawther), quien se muestra durante los ocho capítulos en una vulnerabilidad tan frágil que todo el momento sospechamos que se puede romper ante las envestiduras de Alyssa (Jessica Barden) cada vez que este trae a colación cualquier cosa que huela a su pasado.
Los escenarios citadinos de la primera temporada se verán sustituidos por el húmedo bosque, la madera de las cabañas y el amarillento pasto quemado por los excesos de la lluvia. Su coche sigue siendo un personaje que cobra relevancia, no sólo por los planos secuencia altamente logrados, sino por lo que simbólicamente representa para ambos, el escape juntos hacia lo desconocido del camino.
Otro de los cambios de los cuales aún no sabemos si agradecer o no, es el recorte de duración de los capítulos, que pasaron prácticamente a la mitad del tiempo en comparación a los de la primera temporada. No obstante, la historia nunca parece forzada, el ritmo narrativo no se apresura, y logra un hilo muy orgánico de tiempo, aunque esto aumenta sustancialmente las emociones de la historia, dejando siempre la puerta entreabierta para seguir hasta el desenlace. Otro acierto bastante bien logrado, es el soundtrack que no arriesga de más y continua con grandes piezas que oscilan entre el soul, el folk y el country, dejándonos paisajes audiovisuales dignos de enmarcar por su emotividad y cómo no, sí Graham Coxon es el responsable de la parte sonora de la serie.
Sin duda un trabajo que a los fans les dejará complacidos en cuestiones técnicas, de guión y construcción de personajes, así como la sencillez con la que se narra una de las historias más provocadoras interpretadas por dos personajes carismáticos y confrontativos. No sé si sea buena idea pensar en una tercera temporada, pero si así se decidiera, estaríamos esperando con las manos cruzadas a su llegada.+