Un típico amor del siglo XIX

Celebrado como uno de los mejores prosistas en lengua inglesa de la segunda mitad del siglo XIX, Henry James es un autor canónico al que alguna vez, así sea por simple curiosidad, hay que leer. En sus cuentos y novelas abundan los personajes con rasgos psicológicos bien delineados, intelectualmente complejos e inmersos casi siempre en circunstancias que les son ajenas y les exigen emplearse a fondo para preservar, hasta donde sea posible, la forma de ser que les ha tocado encarnar. Sin necesidad de tramas excesivamente complejas o de giros estrafalarios que pudieran llevar al lector por los caminos de la pura abstracción, James es un autor que logra exprimir hasta el último temperamento de sus héroes, llegar al tuétano de su constitución moral y extraer un mensaje claro aunque no siempre gratificante. Su literatura está plagada de seres conscientes que buscan defender su integridad y sus costumbres en un medio que les es incómodo o francamente hostil.

Dentro de la extensa obra de James, “Washington Square” ocupa un lugar preponderante. Se trata de una novela sobre la pasión, el desamor y el desencanto con un solo personaje principal, el doctor Austin Sloper, al que se adhieren, sin embargo, algunos otros que podrían pasar por protagonistas de la historia pero que no lo son. Teniendo como trasfondo una vieja mansión ubicada en las inmediaciones del parque Washington Square de Nueva York, James relata las vicisitudes de una relación amorosa entre Catherine, hija de Sloper, y Morris Townsend, un joven atractivo y avispado. No obstante, la experiencia, habilidad, erudición e inteligencia bien equilibrada del doctor le indicarán de inmediato el carácter arribista, holgazán, dilapidador y mercenario del pretendiente de su hija, lo cual lo obligará a impedir el progreso de semejante idilio. Con una firmeza a prueba de sentimentalismos y rayana en el autoritarismo —pues la paternidad parece ser eso: un autoritarismo velado—, Sloper alcanzará, luego de mucho batallar, el objetivo deseado: separar a Catherine de los brazos de su amado aunque eso pueda causarle un dolor irreparable.

“Washington Square” es una novela que tiene la virtud de comunicarnos una verdad que, no por ser universal, resulta menos lacerante: el amor es una enfermedad que nos desborda hasta el grado de ocultarnos la auténtica forma de ser de las personas, forma de ser que, además, no siempre es asumida con conciencia pero que late en cada uno de los acontecimientos que conforman nuestra historia de vida. En efecto, parece decirnos el doctor Sloper con su lógica implacable, si Morris Townsend no hubiera dilapidado la poca fortuna que le dejaron sus padres en viajes y diversiones podría haberse casado con Catherine —a final de cuentas una muchacha rica pero desabrida, vulgar y con pocas cualidades para distinguirse de las demás—, aunque fuera pobre. El problema es que Morris ya ha probado las mieles del parasitismo y eso lo vuelve poco apto para procurar la felicidad de otra persona que no sea él mismo. La ruina moral y económica de Catherine sería tan sólo la consecuencia de una certeza irrefutable para Sloper: las personas no cambian, tan sólo se cubren con disfraces más o menos efectivos según las circunstancias.

Aunque no hay nada realmente extraordinario o retorcido en la trama desarrollada por Henry James, lo que distingue su novela del resto de novelas que han abordado el tema de la pasión, la ruptura amorosa y el desencanto es, sin lugar a dudas, la forma en la que está escrita. Su prosa es tan sobria y precisa que hace que el lector no pueda abandonar la lectura hasta el final. La magistral descripción de un típico amor del siglo XIX —con todos sus vaivenes, azotes, exabruptos, desplantes y exageraciones— está precedida por una labor artística de primer orden que pone más énfasis en la forma que en el fondo. Esto nos comprueba por enésima vez que en literatura, como en la vida, hay un Dios del estilo, y que Henry James es uno de sus máximos profetas.

– Henry James: Washington Square. Ilustraciones de Jonny Ruzzo y traducción de Teresa y Andrés Barba. México, Sexto Piso, 2014, 237 pp.

Por Lobsang Castañeda

Mascultura 06-Jun-14