Palabras al viento: Lugar de encuentro dentro del laberinto.
La gente buena de Lee+ me invitó a escribir una columna. Estoy feliz y tengo curiosidad de lo que pueda surgir. También estoy segura de que nos entenderemos en este espacio, y a mí, no sé por qué, pero lo intuyo, no me faltarán cosas para contar, desde lo que se me asoma por el camino hasta otras ocurrencias, pero especialmente lo que descubro en mis lecturas, pues siempre me ha gustado compartir lo que leo y recomendárselo a otros amigos lectores.
Les confieso que nunca estoy tan al día en lo que está de moda ni de la última novedad, y soy un poco desconfiada de los fenómenos. No obstante, soy muy curiosa, me gustan casi todos los géneros y siempre tengo un libro a la mano para comentar o compartir.
Por ahora les digo un secreto: hay laberintos en todos lados, a dondequiera que mires. En la memoria, en el lenguaje, en la vida, en la política, en las relaciones y también los hay en la historia. La literatura a veces nos ayuda a encontrar esos laberintos y a interpretarlos. Pongamos como ejemplo este libro: Las tierras arrasadas, de Emiliano Monge; es un laberinto en sí mismo. Entras en él y te atrapa con la historia de miedo, desolación y terror de las personas que están viviendo esa situación, las víctimas que fueron empujadas y arrancadas de sus vidas hacia un lugar desesperado.
Monge pone luz sobre algo que todos sabemos que existe y que sucede a diario en nuestro país, pero a lo que no sabemos ponerle palabras: las muchas tragedias que viven los migrantes que intentan cruzar nuestro México. Es tan doloroso y difícil de enfrentar… Él no sólo logra ponerle palabras, sino que además le agrega poesía. En su lenguaje hay una búsqueda que lo hace musical, mientras te involucra emocionalmente en la terrible tragedia. No es un libro fácil de leer por lo que cuenta: no hay paz, no hay compasión, pero es también un libro contundente y hermoso.
Hay otros laberintos que no hay que dejar de lado, como los de la memoria. Sobre esto habla otro libro que quiero mencionar, y que es de un tono del todo distinto. Conjunto vacío, de Verónica Gerber Bicecci (Almadía), un libro precioso.
Verónica Gerber Bicecci es artista plástica, nacida en México, de padres argentinos. Con humor y sutileza, Gerber cuenta una historia en fragmentos: a veces son capítulos de una sola frase, a veces dibujos, mediante la que expone su particular visión del amor, explorando su historia personal, su relación con su hermano y con su madre ausente —¿desaparecida?—, con su abuela y con sus parejas. Para mí es un hit porque es una historia personal que puede resonar en cualquiera, y eso ya es una razón para acercarte al libro.
También hay personas que son laberintos, que poseen misterio, y que al ir descubriendo lo que tienen por decir vas encontrando en ellos nuevas maneras de ver las cosas.
Pensemos, por ejemplo, en Patti Smith. Una poetisa, cantante, compositora y escritora; una mujer increíble, digámoslo: ¡increíble! Alguien que convierte su vida entera en un poema, que además la cuenta de una manera completamente empática y certera, como lo hace en su libro M Train: una delicia de principio a fin. En lo personal, después de haberlo leído, me sucedió algo extraño: lo quería cerca de mí. No diría que para volver a leerlo todo, sino sólo porque su presencia me daba tranquilidad.
No creo en los libros de cabecera. Hasta leer M Train sólo tenía en mi cabecera libros que me urgía leer y quería tener cerca, no libros que ya había leído. Pero este libro estrenó algo en mí, algo como de amor por el libro en sí, por la persona que lo escribió, alguien a quien quiero tener cerca. ¿Por qué es Patti un laberinto? Porque es impredecible. Todo, su visión de la vida y su forma de vivirla están construidas de un modo que sólo a ella se le va a ocurrir. Y es lo genial de M Train, que te lleva por lugares inesperados. Te habla también de cosas que no sabes y que quieres conocer, pero cuando te las cuenta, te atrapan y quieres saber más.
Con estas reflexiones a manera de introducción y estas tres recomendaciones, los dejo. Nos veremos en este mismo lugar, y con esta misma buena gente, así que descorchemos el champagne, o el agua con gas; en todo caso, algo que haga ruido, y celebremos este nuevo espacio de encuentro.
Por Julieta Venegas
MasCultura 14-feb-2017