6 personajes literarios con "capacidades diferentes"

Afortunadamente, en la literatura no todos los personajes son felices, hermosos ni radiantes; algunos son tan humanos y distintos como cada uno de nosotros. La lista que te presentamos aquí tiene seres que nos llenan de curiosidad, nos generan empatía, o incluso nos atemorizan. Han pasado por el rechazo, la admiración, la gloria o incluso la persecución.
¿Quieres saber de quiénes se trata? Sigue leyendo.

El jorobado de Notre-Dame (Quasimodo)
Nuestra Señora de París
Victor Hugo

-¡Es Quasimodo, el campanero! ¡Es Quasimodo, el jorobado de Nuestra Señora! 
¡Quasimodo, el tuerto! ¡Quasimodo, el patizambo! ¡Viva! ¡Viva! 
Fíjense si el pobre diablo tenía motes en donde escoger:
-¡Que tengan cuidado las mujeres preñadas! -gritaban los estudiantes. 
-¡O las que tengan ganas de estarlo! -añadió Joannes. 
Las mujeres se tapaban la cara. 
-¡Vaya cara de mono! -decía una. -Y seguramente tan malvado como feo -añadió otra. 
-Es como el mismo demonio -porfiaba una tercera.

Óscar Matzerath (vivió toda su vida con el tamaño de un niño de 3 años)
El tambor de hojalata
Günter Grass

[…] yo me planté en mis tres años, en la talla de Gnomo y de Pulgarcito, negándome a crecer más, para verme libre de distinciones como las del pequeño y el gran catecismo, para no verme entregado al llegar a un metro setenta y dos, en calidad de lo que llaman adulto, a un hombre que al afeitarse ante el espejo se decía mi padre y tener que dedicarme a un negocio que, conforme al deseo de Matzerath, le había de abrir a Óscar, al cumplir veintiún años, el mundo de los adultos. Para no tener que habérmelas con ningún género de caja registradora ruidosa, me aferré a mi tambor y, a partir de mi tercer aniversario, ya no crecí ni un dedo más; me quedé en los tres años, pero también con una triple sabiduría; superado en la talla por todos los adultos, pero tan superior a ellos…
 

La secta de los ciegos
Sobre héroes y tumbas
Ernesto Sábato

Si fuera un poco más necio podría acaso jactarme de haber confirmado con esas investigaciones la hipótesis que desde muchacho imaginé sobre el mundo de los ciegos, ya que fueron las pesadillas y alucinaciones de mi infancia las que me trajeron la primera revelación. Luego, a medida que fui creciendo, fue acentuándose mi prevención contra esos usurpadores, especie de chantajistas morales que, cosa natural, abundan en los subterráneos, por esa condición que los emparentó con los animales de sangre fría y piel resbaladiza que habitan en cuevas, cavernas, sótanos, viejos pasadizos, caños de desagües, alcantarillas, pozos ciegos, grietas profundas, minas abandonadas…

Christopher John Francis Boone (síndrome de Asperger)
El curioso incidente del perro a medianoche
Mark Haddon

Me llamo Christopher John Francis Boone. Me sé todos los países del mundo y sus capitales y todos los números primos hasta el 7.507. Hace ocho años, cuando conocí a Siobhan, me enseñó este dibujo
 

                                                                                         🙂

 y supe que significaba «triste», que es como me sentí cuando encontré al perro muerto. Luego me enseñó este dibujo
 
                                                                                        🙁 

y supe que significaba «contento», como estoy cuando leo sobre las misiones espaciales Apolo, o cuando aún estoy despierto a las tres o las cuatro de la madrugada y recorro la calle de arriba abajo y me imagino que soy la única persona en el mundo entero.

Benjamin Button
El curioso caso de Benjamin Button
F. Scott Fitzgerald

Los ojos del señor Button siguieron la dirección que señalaba el dedo de la enfermera, y esto es lo que vieron: envuelto en una voluminosa manta blanca, casi saliéndose de la cuna, había sentado un anciano que aparentaba unos setenta años. Sus escasos cabellos eran casi blancos, y del mentón le caía una larga barba color humo que ondeaba absurdamente de acá para allá, abanicada por la brisa que entraba por la ventana. El anciano miró al señor Button con ojos desvaídos y marchitos, en los que acechaba una interrogación que no hallaba respuesta.
—¿Estoy loco? —tronó el señor Button, transformando su miedo en rabia—. ¿O la clínica quiere gastarme una broma de mal gusto?
—A nosotros no nos parece ninguna broma —replicó la enfermera severamente—. Y no sé si usted está loco o no, pero lo que es absolutamente seguro es que ése es su hijo.

Colin Craven
El jardín secreto
Frances Hodgson Burnett

– […] Repíteme tu nombre. 
–Mary Lennox. ¿Pero no te dijeron que vine a vivir aquí? Él continuaba restregando el chal, aun cuando parecía que ahora creía que ella era real. 
–No –contestó–. Quizás no se atrevieron. 
–¿Por qué? –preguntó Mary. 
–Porque la gente me asusta y no dejo que nadie me vea o me hable.
–¿Pero por qué? –insistió Mary, cada vez más desconcertada. 
–Porque siempre estoy enfermo y tendido en cama. A mi padre tampoco le gusta que me hablen y a los empleados no les permiten que discutan sobre mi persona. Si llego a grande, seré un jorobado; pero no viviré. Mi padre odia la idea de que pueda parecerme a él.

MasCultura 18-feb-16