Berlin después del muro

El furor de los años ochenta ha trascendido generaciones. Todos recordamos esta época en la que películas como Rambo (1982), Terminator (1984), E. T. (1982) y Volver al futuro (1985) hicieron su primera aparición en la pantalla grande. La música pop y el hard rock abrieron paso a estrellas como Madonna —debutó en 1983—, Michael Jackson —estrenó Thriller en 1982—, Guns N’ Roses —se formó en 1985—, Metallica —empezó en 1981— y, en México, en 1989 Café Tacvba comenzó también su carrera musical.

No obstante, ésta también fue una época de mucha tensión política y sucesos internacionales que marcaron la historia. Precisamente uno de esos eventos cerró la década de los ochenta: la caída del muro de Berlín en 1989. Su demolición significó el fin de la Guerra Fría y la derrota de la urss ante las potencias de Occidente. Desde entonces los alemanes crearon memoriales, museos, exposiciones interactivas y recorridos culturales que permiten mantener viva la memoria de este suceso, para así invitar a la población local y visitante a reflexionar en torno al pasado.

Para conocer esta iniciativa hay que viajar y descubrir la capital alemana por medio de su ruta “Camino del Muro de Berlín”, que sigue el trayecto de la frontera entre Berlín del Este y del Occidente.
East Side Gallery es la única parte del muro que se mantiene en pie y mide 1.3 kilómetros; recorrerla lleva aproximadamente una hora, y al caminar se puede observar el trabajo de varias personas que plasmaron, en esta frontera construida, diversas protestas pictóricas. Mientras que algunas obras parodian a los políticos que causaron la Guerra Fría, otras más hacen un llamado a la paz. Entre ellas se puede apreciar el trabajo de artistas que se han convertido en íconos de Berlín como, por ejemplo, Thierry Noir, quien pintó una serie de cabezas de colores que ahora son tema popular de souvenirs.

Este recorrido se complementa con una visita a Checkpoint Charlie, uno de los siete puntos de control que hubo entre las fronteras del este y oeste. El paso fronterizo fue levantado en 1961 para evitar que los habitantes de Berlín comunista escaparan. Su fama se debe a que ahí se concentró más gente para pasar al Berlín Occidental el día de la caída del muro aunque, tras este evento, fue demolido. Ahora los visitantes pueden ir a su antigua ubicación en la calle Friedrichstraße, donde se construyó una simulación de caseta, y se puede visitar el Museo del Muro en Checkpoint Charlie. Este museo es único porque fue construido por el Dr. Rainer Hildebrandt un año después de que se levantara el muro, como símbolo de protesta pacífica y para ayudar a quienes planeaban huir. Es por eso que en él se resguardan varios documentos y entrevistas grabadas que se hicieron a las personas que habitaban Berlín del Este. Asimismo expone parte de la historia de la Guerra Fría para ayudar a explicar el contexto social y político en torno a la construcción del muro.

La siguiente parada está en Bernauer Straße, donde se encuentra el Memorial del Muro de Berlín. De principio puede parecer un espacio sencillo, pues consiste en un campo abierto delimitado por columnas de fierro que marcan el lugar en el que estuvo el muro. Pero eso es lo más impactante: es un espacio de libertad y, sin embargo, intensamente conmovedor. Ahí, un gran mural marca la casa que delimitaba la frontera y desde cuyas ventanas muchos se lanzaron intentando llegar al otro sector del muro. Al centro del memorial, una pequeña capilla construida en el año 2000 recuerda el espacio en el que se ubicaba la Iglesia de la Reconciliación, que fue demolida tras quedar atravesada por lo que se conoce como la franja de la muerte. Luego, al cruzar la calle, se puede visitar el Centro de Documentación del Muro, que exhibe una exposición fotográfica de la historia del muro y la situación de la ciudad dividida.
Un lugar clave para concluir el recorrido es el museo de la Deutsche Demokratische Republik (DDR), en el que se descubre a detalle cómo se vivía en el Berlín comunista. De manera lúdica, el museo invita a abrir cajones, compuertas y ventanas para conocer las escasas marcas de productos alimentarios que podían consumir, los accesorios baratos y de mala calidad que se instalaban en los departamentos —todos idénticos, por cierto— o incluso el Trabant, el único coche al que podía aspirar un ciudadano de Berlín del Este.
Con esta ruta resulta claro que viajar a Alemania es una oportunidad para revivir los años ochenta y reflexionar acerca de las consecuencias que tiene la construcción de muros y no de puentes.

Por José Carlos Ramírez Escritor de DINKtravelers.com

MasCultura 19-julio-17