La rebeldía ante el horror cotidiano

La rebeldía ante el horror cotidiano

10 de septiembre de 2020
José Luis Trueba Lara

Lee+: Ayer en la noche comencé a leer Los días hábiles. Por tu culpa no pude ver La ley y el orden. Leí hasta que caí rendido y hoy en la mañana me levanté más temprano para terminarla. Está requete buena. En ella me encontré a una pobre mujer que en algo se parece a muchos de nosotros. Ella pertenece a esa clase social que se conoce con el preciso nombre del “infelizaje” y, a pesar de esto, se levanta todos los días para trabajar. Una mañana, lleva a cabo una idea que le parece buenísima: asaltar el lugar en el que trabaja, el cual no es precisamente un banco, sino una heladería. ¿De verdad es tan duro trabajar?, ¿es posible llegar a pensar que vale la pena atracar una heladería?, ¿de dónde sacaste tamaña idea?

Sergio Gutiérrez Negrón: Cuando tenía 17 o 18 años pasé casi un año trabajando en una heladería, en un telemarketing y en una serie de lugares que me parecían terribles en aquel momento. Después caí en una biblioteca y transité a un trabajo completamente distinto. Una cosa que hoy me parece interesante es que, mientras me dedicaba a esas labores, ellas no me molestaban muchísimo, pero al cabo de un tiempo yo era tan infeliz como mis compañeros de trabajo.

En esos días comencé a llevar un diario que volví a encontrar hace unos cinco años. Lo leí, aunque siempre es difícil leer el diario que uno escribió, especialmente a los 18 años. En las primeras entradas hablaba sobre mis compañeros con cierto sarcasmo, me miraba distinto y superior a ellos; pero, conforme fueron pasando los meses, mi mundo se fue limitando a ese espacio: mis amigos eran los heladeros, mi territorio era el de la heladería y, cuando se terminaban las labores, nos quedábamos en ese lugar para platicar. Mi mundo entero ya correspondía a esa heladería y se había ajustado para que entrara perfectamente en ella.

Al terminar de leer mi diario pensé: ¿por qué no explorar el trabajo y el espacio del trabajo? Esta pregunta era muy interesante, pues la literatura muy pocas veces se asoma a estos lugares: tenemos muchas obras sobre la labor del escritor, pero muy pocas sobre los trabajos comunes y cotidianos a tiempo parcial y que un poco te chupan el alma. Quizás esto se debe a que generalmente pensamos que la anécdota comienza cuando se interrumpe el trabajo o cuando el personaje no llega al trabajo. El tiempo en el que cedemos nuestro cuerpo a otra persona es un territorio apenas explorado. Yo quise adentrarme en él a través de la experiencia de un personaje que poco a poco brotó de mi diario: una muchacha infeliz, hastiada, y que a pesar de todo esto cree que hay algo más en la vida. Toda la gente que está a su alrededor parece feliz y ella sólo puede preguntarse por qué no lo es.

Por esta razón la protagonista urde el absurdo plan de asaltar la tienda y fugarse a las montañas puertorriqueñas. Lo absurdo de esta idea salta a la vista de cualquiera: en la heladería no hay suficiente dinero para vivir durante la vida entera y alejarse para siempre del trabajo. Si acaso, en la caja hay lo mínimo para sobrevivir un mes. Este hecho, aunque pueda pensarse exactamente lo contrario, me permitió mostrar la solidaridad que hay entre los amigos, entre los compañeros de trabajo.

Lee+: Creo que el trabajo ha cambiado brutalmente en los últimos años: antes la gente salía a laborar y hacía cosas con las que se identificaba, pero ese trabajo comenzó a desaparecer y surgieron los hacedores de la nada —como las personas que compran y venden acciones de empresas que jamás han visitado— y los que trabajan en los peores lugares que, extrañamente, pueden parecer un paraíso a ojos de los clientes, justo como sucedería con una heladería. ¿Cómo mira la literatura estas labores?

Sergio Gutiérrez Negrón: La mayoría de las personas que escriben rechazan estas labores y por ello exploran el escape de ese tipo de trabajos. Con los jóvenes ocurre algo muy parecido: una buena parte de los que estudian quieren cursar una carrera creativa; quieren ser publicistas, diseñadores gráficos, fotógrafos; pues estas profesiones te dan una identidad que, obviamente, no puedes tener como heladero. Piénsalo por un instante: es muy difícil pararse delante de las personas y decir con orgullo “yo soy heladero”.

Gracias a los personajes de Los días hábiles pude explorar varias de las facetas de esta pérdida de identidad. Es más, el hecho de asaltar la heladería les da la oportunidad de crearse una identidad, de imaginar que hay algo más allá de su horizonte cotidiano. Lo que me ayudó mucho en la novela es que su protagonista tiene una mente dispersa: mientras limpia una mesa o el baño de la heladería está pensando otra cosa. Los desvaríos de María me permitieron unir todos los actos cotidianos.

Lee+: En las viejas novelas donde aparecen trabajadores —como las que se escribieron en tiempos del realismo socialista—, los proletarios sólo tenían dos opciones: ser terriblemente derrotados para convertirse en un ejemplo moral o ser los creadores de un futuro moderno y justo… nada de esto sucede en Los días hábiles, pues su mundo es muy relajiento.

Sergio Gutiérrez Negrón: El relajo me permitió explorar el trabajo sin caer en la solemnidad de esa vertiente del realismo social. Es más, una de las características de la novela es el alejamiento de esta posibilidad: los personajes están creando una utopía sin pensar en la política, no porque sean seres absolutamente despolitizados, sino porque el horizonte político les es lejano. En el ambiente de la novela hay actos políticos, acciones de protesta, pero ellas no pertenecen al mundo de la heladería.

Lee+: Sé bien que esta pregunta podría parecerle un insulto a muchos escritores, pero no resisto el deseo de hacértela: ¿para Los días hábiles leíste libros de superación personal? Lo pregunto porque, de varias maneras, esa concepción del mundo parece marcar a algunos de tus personajes y tu sorna no puede ocultarse.

Sergio Gutiérrez Negrón: En el día a día, la mayoría de las personas hace suyas esas ideas y lee muchos de estos libros. Los lemas de “tú puedes mejorar”, de “el esfuerzo lo puede todo” son mucho más que comunes, por esto no resulta extraño que el dueño de la heladería sostenga que, si se esfuerzan, los trabajadores llegarán más lejos. Pero, ¿cómo puedes llegar más lejos si estás atrapado en los pocos metros cuadrados que ocupa una heladería? Creo que esto forma parte del humor que hay en la novela gracias al discurso de la autoayuda en el que los personajes están inscritos.

Por esta razón, yo creo que Los días hábiles es una novela muy contemporánea que nos muestra una parte de nuestro día a día en el que normalmente no pensamos. Es más, cualquier persona que haya tenido uno de estos trabajos podrá reconocer en ella la ansiedad y el hastío que marcan algunos de los momentos de las horas laborales. Pero también, en esta novela, los lectores podrán encontrar los pensamientos rebeldes que te surgen en los momentos en que estás más aburrido, en los momentos en que quieres escapar. Los días hábiles, por lo menos en este sentido, es un ejercicio de fuga, de libertad, en un contexto tan opresivo como una heladería. +