“El libro es un lugar para la reinvención”: Vivian Abenshusan y su ‘Permanente obra negra’

“El libro es un lugar para la reinvención”: Vivian Abenshusan y su ‘Permanente obra negra’
Miércoles 30 de octubre de 2019
R. de la Lanza

El futuro de los libros es que se reinventen a sí mismos, tal como hacen quienes se dedican a ellos, como Vivian Abenshushan que, tras muchos años como negra literaria (ghostwriter) decide salir de la sombra con un proyecto ambicioso, una maquinaria portentosa y una literatura que guiñe el ojo hacia la totalidad: Permanente obra negra es su obra experimental que apunta a la narrativa novelística, pero que la sobrepasa. Cuatro historias que se entrelazan: se estorban, se acompañan, se refuerzan entre sí, se alumbran unas a otras, cada una en un formato tipográfico específico.

“Empezamos por la forma y luego por los temas, el fondo— explica Vivian Abenshushan. Este libro se funda en la copia, la transcripción, el subrayado, el tachado, el plagio, la reescritura y también en el montaje de citas, es decir, en la combinación de distintos fragmentos o distintos discursos, a través de este método o algoritmo, que algunos me dijeron que podía llamarlo, este uso particular de las tipografías”.

Como si uno tuviera en las manos tres o cuatro libros que al mismo tiempo se convierten en una infinidad de posibilidades, se impone hacer caso de unas instrucciones cuidadosamente redactadas:

  1. Este artefacto es un libro astillado, triturado en series.
  2. Cada serie tipográfica configura un fichero o libro autónomo.
  3. Las series pueden leerse por separado: primero Baskerville, luego Bodoni, Adobe Caslon Pro, Corbel, Eurostile.
  4. Otra posibilidad: dejar que las fichas hablen con la elocuencia sutil del montaje.

Sobre lo que la impulsó a lanzarse a este gigantesco proyecto, Vivian se abre para hablarnos de una motivación muy íntima y una herida que muchos comparten, aunque callan: “Ser negra literaria fue una experiencia atroz que me llenó de desencanto frente al género de la novela, además de las condiciones de trabajo; y cuando terminé esa experiencia, que por fortuna no duró más de dos meses, decidí que algún día me gustaría escribir sobre ese mundo de los sótanos de la literatura, ese submundo totalmente naturalizado desde hace mucho tiempo, desde hace más de siglo y medio, que emplea negros literarios para sostener una industria que es sobre todo una fábrica”.

El libro puede ser adquirido en cualquiera de sus cuatro presentaciones: la tradicional, la versión del libro con marcas de suaje, en el que las páginas poseen tres cortes para que el lector haga sus combinaciones, una versión que es un fichero rojo que contiene cada fragmento por separado, y en versión web (permanenteobranegra.cc) donde un algoritmo genera aleatoriamente combinaciones de los fragmentos.

Al ver los ficheros y la versión suajada del libro es inevitable recordar el Animalario Universal del Profesor Revillod, de Javier Sáez Castán, que es uno de los libros predilectos de la niñez, y “uno de los libros favoritos de mi hijo —narra Vivian—. Cuando lo vi por primera vez, sentí que estaba enfrente de un libro oulipiano. Ese taller de lectura potencial, especialmente con sus técnicas, sus procedimientos, sus constreñimientos, fue muy importante. He escrito un ensayo muy largo sobre Perec, que también usó la copia, el plagio y de algún modo también empezó a hacer investigaciones con inteligencia artificial, archivos y fichas. También aparece mencionado en muchos lados de Permanente obra negra y, de algún modo, los libros para niños contemporáneos siguen pensando en el formato libro como un lugar donde es posible la reinvención del mismo formato o de la misma idea del libro”.

Un libro infinito, algorítmico, renovable, doloroso por las historias sobre la negrería literaria, un libro poblado por Emily Dickinson, Georges Perec y otras luminarias, un libro dispuesto a lo que el lector quiera, desee y mande, pero también un libro desafiante e ingobernable, Permanente obra negra coquetea con la totalidad, aunque su autora la deslinde de semejante acusación:

“No es una obra total porque justo está condenada a la inconclusión —reflexiona—. La obra total aspira a contener el mundo y ésta sabe, por su propia naturaleza, que está inconclusa, que es finita, pero sí tiene la ilusión de practicarse a sí misma de distintas formas”.