Ou Shit! Querámoslo o no la mierda está en todos lados

¿Qué tan importante es la mierda en nuestras vidas? ¿Por qué, a pesar de su aspecto repulsivo y su carga simbólica eminentemente negativa, la necesitamos para reafirmar nuestro civismo? ¿Es el asco que nos provoca una constante antropológica, un rasgo esencial de nuestra condición humana? En “La materia oscuraFlorian Werner responde a estas y a otras preguntas con una serie de reflexiones sobre la historia cultural de la mierda, más allá de su carácter perturbador y nauseabundo. Haciendo gala de un notable bagaje multidisciplinario que toma conceptos y categorías explicativas de la filosofía, la psicología, la historia, la sociología, la medicina, las artes plásticas, la literatura y el cine, Werner analiza las ramificaciones teóricas que pueden desprenderse de una sustancia que a partir de la Edad Moderna cambió de estatus social y fue excluida del paisaje cotidiano. En efecto, mientras que para el hombre medieval los propios excrementos resultaban valiosos, entre otras cosas, para fabricar composta, perfumes, cosméticos, pociones y brebajes milagrosos y medicamentos que aliviaran sus males, para el hombre moderno la caca se convirtió en un tabú, misterioso y repugnante al mismo tiempo, pues le recordaba una y otra vez la parte menos sublime de su naturaleza, aquella que lo seguía emparentando con las bestias. A pesar de su extrema importancia en el desarrollo de la civilización, es un rasgo típico de la modernidad que las excreciones humanas reciban sin más una fuerte dosis moral de vergüenza e incomodidad, pues justo en ese momento “el hombre empieza a convivir inmerso en un sistema social cada vez más estrecho y complejo que acrecienta la necesidad de autocontrol”. El análisis de esa necesidad de autocontrol, con todo y sus subversiones, es precisamente el objetivo principal de “La materia oscura”.

A pesar de nuestra convivencia diaria con la mierda, real o metafórica, no nos detenemos a pensar en ella, nos dice Florian Werner. Y no lo hacemos en buena medida debido a que nos hemos encargado de soterrarla, de alejarla de nuestra vista, de hacerla invisible casi inmediatamente después de abandonar nuestros cuerpos. Los sistemas de drenaje y alcantarillado subterráneo de nuestras ciudades nos pueden mostrar, sin embargo, hasta qué punto podemos considerarnos realmente modernos. Cuando la mierda se va por el retrete no sólo deja una estela de mal olor —provocado por el escatol y el indol, dos compuestos químicos que se encuentran en mayores cantidades en los excrementos producidos por los seres carnívoros— sino algo mucho más interesante: una gramática del asco y la higiene que con el paso del tiempo se ha vuelto incuestionable. Así, la Edad Moderna es también la edad de la porquería oculta, la edad de la impureza inexistente, de la decencia, la represión, el pudor y el simulacro. El problema de la mierda nos lleva necesariamente a una reflexión sobre lo público y lo privado y a una teoría de la suciedad que, como bien han demostrado sociólogos como Mary Douglas, no existe en sí sino siempre en relación con unos límites definidos socialmente.

Querámoslo o no la mierda está en todos lados. Se encuentra en cada uno de los ámbitos que definen nuestros comportamientos individuales o colectivos. La mierda es un elemento que simboliza la rebeldía y la obstinación en contra de lo establecido. Ejemplifica también el lado oscuro, pervertido, salvaje, enfermo y desordenado de nuestra psique. Existe, lo sabemos, un arte excrementicio que intenta conmover a sus espectadores de la forma más extrema posible. Existen también comediantes y humoristas escatológicos que apelan a la mierda para suscitar la risa que, como sabemos, es otra forma de la resistencia y el desafío. Pero en la mierda se sitúan además dos temas de gran importancia para el ser humano: el tema del poder y el tema de Dios. Como bien lo señala Werner: “la relación con los excrementos durante la fase anal del desarrollo infantil refleja un reparto esencial de poder entre los padres y el hijo: cuando los padres intentan inculcar a su hijo la limpieza, le muestran los límites de su entorno y manifiestan su autoridad paterna. Cuando el niño reconoce estos límites o los supera, reconoce también su propio poder y se comprende a sí mismo como ser autónomo.” Por otra parte, Werner se apoya en el escritor Milan Kundera para señalar que: “El asco que sentimos ante la mierda es el resultado de nuestro propio odio como criaturas y expresa la decepción como seres imperfectos que no están hechos a imagen de Dios”. La mierda, piensan Werner y Kundera, es un problema teológico más complicado que el mal.

La lectura de “La materia oscura” es un ejercicio que vale la pena realizar desde el momento en que puede poner a prueba nuestra propia concepción de la sociedad, del mundo y de nosotros mismos. Se trata de un libro valioso no tanto por el hecho de abordar un tema escabroso e impopular, sino porque contiene una buena cantidad de referencias, anécdotas, imágenes y pasajes tomados de la historia en los que la mierda fue determinante cívica, social o políticamente. Nada, pues, nos impide reconocer que se trata de una obra magistral, sostenida por una investigación rigurosa y exhaustiva aunque nunca solemne. En suma, una obra envidiable. Lo demás es mierda.

– Florian Werner: “La materia oscura. Historia cultural de la mierda”. Traducción de Aránzazu López Fernández, México, Tusquets, 2013, 250 pp. 

Por: Lobsang Castañeda

Imagen: Portada del libro “La materia oscura. Historia cultural de la mierda”, de Florian Werner.
Mascultura 13-Sep-13