Anarquía en el Reino Unido

En un mundo repleto de buenas costumbres y malos ejemplos, nada mejor que celebrar aquellos textos que promuevan las malas costumbres y los buenos ejemplos. Y como este número lo dedicamos a Reino Unido, elegí honrar a un puñado de autores de la región que, pese al desdén de los escépticos y cínicos, han mantenido su fe en la facultad de las historias hilarantes (aunque profundamente serias) para cambiar la vida de los lectores y redefinir el calificativo "mejor" antes de aplicarlo al mundo.

Encabeza la lista uno de mis difuntos favoritos: Roald Dahl. Su obra para niños es extensa y no tiene desperdicio. Sus historias cargadas de insolencia belicosa, humanidad extravagante y finales felices, aunque no para todos, lo han convertido en una referencia para entender buena parte de la literatura infantil que se produce hoy en día. Para celebrar a este gestor de la incorrección política sugiero dos títulos: Los Cretinos, esa chulada de historia protagonizada por un matrimonio de odiosos, malolientes, malvados y feos, que se hacen la vida imposible, comen pastel de pájaro cada miércoles y mantienen cautivos a una familia de monos. Cuentos en verso para niños perversos le hace trompetillas a cualquier representante de la autoridad moral que se empeñe en promover necedades. Una postura controvertida, sin duda. Pero necesaria para desafiar a quienes opinan que pensar con autonomía debiera ser declarado un delito.

La siguiente en la lista es una autora que se divierte a lo grande cuestionando las formas establecidas por el colectivo. Para ello echa mano de su talento natural para introducirse en la mente de algunos de los habitantes más caprichosos del planeta: los niños y los gatos. En Billy y el vestido rosa, Anne Fine nos lleva a preguntarnos si acaso habrá algo peor que levantarse una mañana para ir a la escuela y que tu mamá te haga vestir un lindo vestidito rosa con holanes y sin bolsas. La respuesta es sí, lo hay: que esto te suceda cuando te llamas Billy, tienes la cara pecosa, el cabello pelirrojo y ¡eres un niño!

El gato asesino que protagoniza su divertidísima saga de libros tampoco se las ve fácil. Tuffy no es un gato conspirador, tampoco un malagradecido; es un gato que hace cosas de gato, empezando por no respetar autoridad alguna (ni siquiera la religiosa, como se ve en El regreso del gato asesino). Bien lo dice el propio Tuffy en la introducción de su primer libro, El Diario de un gato asesino: “ESTÁ BIEN, está bien. Cuélguenme. Maté al pájaro. Por todos los cielos, soy un gato […] ¿qué se supone que debo hacer cuando una de esas pelotitas emplumadas revoloteantes casi se arroja a mi boca? O sea, de hecho aterrizó en mis garras. Me pudo haber golpeado”.

Por Karen Chacek

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Mascultura 16-nov-15