Cien años de Fellini, el gran mentiroso

Cien años de Fellini, el gran mentiroso
20 de enero de 2020
Gilberto Díaz

En este 2020 se conmemoran los cien años del nacimiento de una de las figuras más singulares e imprescindibles del llamado cine mundial, nacido en Rimini, Italia; fue ilustrador de carteles de películas, guionista para historietas, para radio y cine, director y cirquero; aunque en sus propias palabras Federico Fellini se definía a sí mismo con un gran mentiroso, y es dentro de esa concepción en dónde radica el genio latente de su cine, sus ideas y su manera de ejecutar el arte audiovisual.

Se dice que de niño, Fellini huyó un tiempo de casa y se unió a trabajar a un circo, atraído por el imaginario de los payasos Pierinos o Pierrot; que se maravilló con las historietas del Pequeño Nemo de Windsor McKay y Happy Hooligan de Frederick Burr Opper, que la primera película que vio y le marcó fue una adaptación silente de La Divina Comedia de Dante, que desde la costa de Rimini vio el viaje inaugural del crucero transatlántico SS Rex y que tras una noche de tormenta encontró en esa misma playa un pez gigante varado.

Y, si mucho de esto no llegara a ser cierto, al menos sabemos que existieron de manera implícita en sus películas esa fascinación por el circo, el entretenimiento, sus irreales caracterizaciones y componentes se encuentran a lo largo de su filmografía, así como también el imaginario de Alighieri; el Pequeño Nemo sería la inspiración para la Ciudad de las Mujeres, mientras que Happy Hooligan sería la base para la construcción del personaje de Gelsomina en La Strada; por otra parte las anécdotas del transatlántico y el pez gigante estarían presentes en Amarcord y La dolce vita respectivamente.

Al comentar sobre las supuestas referencias autobiográficas que existen en sus películas, Fellini lo negaba todo y aseguraba que eran meras invenciones, al respecto llego a comentar que “No son los recuerdos los que dominan en mis películas. Decir que mis películas son autobiográficas es una conclusión demasiado fácil, una aseveración apresurada. Creo que he inventado casi todo: infancia, carácter, nostalgias, sueños, recuerdos, solo por el placer de poder contarlos”.

Aun así hay ecos de una familiaridad que se percibe en cada historia, con la verosimilitud de quien cuenta lo que le pasó con una memoria muy presente. Fellini amaba rodearse de gente ingeniosa y sacó provecho de ello, mientras trabajaba para una revista de sátira se relacionó con varios aspirantes a la realización cinematográfica, lo que le llevaría a interesarse en el medio, ingresando a la mítica Cinecittá como guionista en diversos proyectos que lo acercarían a conocer la obra de Kafka, Faulkner y Steinbeck, así como el cine de los franceses Carné y Clair, mientras alternaba sus labores como redactor radiofónico.

Es por su trabajo en Cinecittá que Federico es propuesto por Roberto Rosselini para colaborar en el guion de Roma, cittá aperta, de ahí pasaría a ser su asistente de dirección en otros proyectos e incluso actuaría en algunas de ellos, como en L’amore, dónde su personaje es un vagabundo que termina siendo confundido por un santo. Entonces el neorrealismo italiano lo adoptó y formó; redactó parte del guion de Europa 51 y comenzó a filmar su primera película como director: El Sheik Blanco, un proyecto que se menciona era originalmente de Antonioni, y le trajo fuertes críticas.

Se dice que Fellini comenzó a mostrar signos de depresión clínica durante los últimos días de filmación de La Strada, que la película había nacido de una idea sobre dos personas que se dirigen juntas hacia un desenlace fatal, sin saber por qué; y que nació a raíz de un sentimiento que Fellini describió como “un tono que me hizo melancólico y con una sensación de culpa, como si una sombra me acechara”, también se comenta que la construcción de Zampano estaba basada en un castrador de cerdos del pueblo natal de Federico, con fama de mujeriego.

Con La notte di Cabiria, contó la historia de una prostituta que en su búsqueda de amor acabaría encontrándose con solo decepciones; de esta, se dice que fue inspirada por la trágica noticia de una mujer asesinada, y por los relatos de una prostituta de los barrios bajos, que el director conoció en un set de filmación; para entonces la imaginación de Fellini requería de un giro, así como Italia pasó su proceso de reconstrucción en la post guerra hacia una modernización más cosmopolita, Fellini habría de dejar las lecciones aprendidas en el neorrealismo para construir una narrativa mucho más onírica.

El negocio periodístico de las fotos de celebridades de Hollywood en Roma, y un escándalo mediático en el que una bailarina de Turquía improvisó un striptease pudieron haber sido el detonante para contar La Dolce Vita, aunque también se menciona que en esa película -como en otras-, Fellini llegaba a filmar sin guiones escritos, en su lugar se escondía en partes de la locación para susurrarle los diálogos a sus actores conforme se le iban ocurriendo, mientras que la famosa escena en donde Anita Ekberg baila dentro de la Fuente de Trevi, daría pie a otras ideas que aplicaría dentro de la misma película.

Muchos comentan que tras el éxito y controversia moral que vino con La dolce vita, Fellini experimentó con LSD, que también comenzó a leer a Carl Jung, y que además mantenía un diario donde llevaba un registro de sus sueños, que de éste salieron las ideas para 8 ½, su más importante película, que sus personajes son manifestaciones de su propio inconsciente colectivo; y con ello su cine se tornó hacia lo onírico y casi surrealista, influenciando a partir de esta idea, trabajos de similares intenciones en mentes como las de Fassbinder (Beware of a Holy Whore), Truffaut (La Nuit Americaine) o Bob Fosse (All that Jazz).

Entonces empezó a filmar a color, y así realizaría el resto de su filmografía, rindiendo tributo a los payasos, a su ciudad adoptiva (Roma), al erotismo y a su propia infancia. Y puede que en un sentido Fellini haya tenido razón al negar el carácter autobiográfico de su obra, porque de manera premeditada puede que no haya sido el propósito, pero en la cinematografía de Federico Fellini podemos encontrar la huella inconsciente de sus experiencias de vida y su libertad de cómo interpretarlas.

La vida del creador siempre encontrará reflejo en su obra, ya que sus emociones están plasmadas en cada detalle por más subjetivo o involuntario que este sea, aunque tratándose de Fellini no podemos descartar que detrás de ella exista la construcción de una filosofía y percepción de sí mismo, que terminó por descifrar y pulir con el paso de los años, y tal vez por eso se asumió como un gran mentiroso, pero no en un sentido despectivo, sino como una explicación de su naturaleza como artista y contador de historias.

Tal vez por eso, en una entrevista un año antes de su fallecimiento declaró que “La vida, abandonada a sí misma, parece sin sentido, insignificante, monstruosa. El arte, en cambio, es algo que reconforta, que tranquiliza. El arte relata la vida en términos sumamente protectores. Nos hace reflexionar sobre la vida, que de lo contrario sería sólo un corazón que late, un estómago que digiere, pulmones que respiran, ojos que se llenan de imágenes sin sentido”.

Celebremos pues el arte de Federico Fellini y estos cien años de imágenes y sonidos emanados desde el inconsciente más honesto de su autodenominado mentiroso portador.+


Con información tomada de la biografía “Fellini. La vida y las obras” de Tullio Kezich (Tusquets Editores)
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