Nick Hornby: 25 años de leerlo en Alta Fidelidad

Nick Hornby: 25 años de leerlo en Alta Fidelidad
Viernes 6 de diciembre de 2019
Ángel Armenta López

Rob Fleming, el protagonista de Alta Fidelidad (Anagrama), tiene treinta y cinco años, es dueño de una tienda de discos de medio pelo, donde vende música que sólo a él y sus dos colegas les gusta. Se da el gusto de burlarse de los sujetos con buenas intenciones de gastar dinero en su tienda, pero el valor de sus gustos no alcanza para obtener la mercancía. Aun así, y siempre al borde del “no va tan bien”, la tienda flota, sostenida por el amor de Rob por la música y sus dos escuderos: Barry y Dick.

Sin embargo, el centro de su caos tiene nombre: Laura, su ex mujer. Aunque ya no sólo se trata de Laura, sino de Allison, Charlie y por su puesto Marie, la chica que canta folk y tiene un gran parecido con Susan Dey. Todas ellas representan una parte del desastre que ha dejado la partida de Laura.

Su chica lo abandonó para irse con el vecino de arriba, Ian Rey. Laura y Rob vivieron juntos, compartieron vida y compartieron la cama; incluso en noches de insomnio podían escuchar a Ian hacer toda clase de sonidos sexuales por más de una hora y ellos ironizaban sobre que ello era uno de los pocos vínculos que les quedaban en una relación que se aproximaba a lo fallido. Ahora ella está con el vecino, y Rob tiene que afrontar las obsesiones que implica aceptar que su ex chica está con un tipo tan nefasto como sus gustos musicales. Dentro de las obsesiones de Robert está el saber si Laura ya se acostó con Ian y si es mejor en el sexo que con él.

También le obsesiona ser tan bueno en la cama como en la adolescencia y hacer listas de todo: ¿Cuáles son los mejores 5 singles de un lado A? ¿Cuáles son sus 5 mejores trabajos soñados? Hacer listas es su forma de conocer a la gente y, al mismo tiempo, su forma de mantenerlas en su vida. Una parte de sus obsesiones, tiene que ver con las dudas sobre si su pasado está en paz, en su lugar, quieto y en orden. Para ello, tendrá que averiguarlo de primera mano por sus ex parejas de juventud, que lo dejaron o a las que él dejó sin titubeo emocional alguno, dejando huellas mnémicas —dirían los psicoanalistas— que lo condicionan en su presente, que nunca entiende, y por ello, siempre mira por el retrovisor. Ahora intenta dar un rodeo del por qué sus rupturas, es una forma de ponerse a prueba y de deconstruirse o de cerrar los círculos, de romper todo y comenzar de nuevo.

El libro va de eso, de hacerse preguntas de todo tipo cuando uno crece, o al menos, cuando la vida y sus circunstancias te orillan a crecer. ¿Acaso podemos dejar de lado que a nadie se le puede tomar en serio si no tiene más 500 discos? ¿Vale la pena conocer a una persona así? Para ello, Hornby se apoya en el humor, para retratar la agudeza con la que aborda temas como el amor de pareja, la monogamia, la amistad, la sexualidad femenina y las miras hacia una nueva masculinidad llegando el milenio, cuestiones que parecen de una adolescencia tardía del personaje, sin embargo, los treinta y tantos parecen ser la cúspide de las dudas existenciales sobre Occidente y sus ideas de éxito y bienestar.

Retomando la historia, el libro transcurre en una serie de acontecimientos donde los primeros planos se intercalan: las ex parejas de la juventud de Rob, Laura e Ian, y las referencias musicales y de la cultura pop inglesa. La construcción de los personajes es puntual, punzante, como Barry, un tipo sin empatía, pero que de vez en cuando deja clara la amargura por la que su jefe pasa en la tienda. Y no es que sea un amargado, es más bien el hecho de dejar de ser un niñote de treinta y cinco años, la muda de piel que le ha exigido Laura para tener un 9% de posibilidades de volver. Rob muestra grandes rasgos de madurez, de inteligencia y sobre todo de sensibilidad y empatía. Crecer a partir de una ruptura amorosa, entre la reconstrucción de un pasado inconcluso y, sobre todo girando en una colección de dos mil discos, eso es lo que hace de Rob Fleming un personaje con una alta dosis de empatía con cualquier lector vuelto loco por la música, con un rastro de esnobismo y soledad.

La lectura de Hornby se hace en Alta Fidelidad: las letras suenan como un riff de Bruce Springsteen a lo largo de páginas y capítulos. Un clásico de la literatura pop que Anagrama se ha encargado de reimprimir para conmemorar los 50 años de la editorial, que condicen con los 25 años del título. Agradecemos volver a tener este libro entre nuestras manos y su apasionante diálogo con la música, el desamor, la nostalgia y la masculinidad en todas sus facetas. Gracias, pues, por esta novela, por Rob Fleming y por la música.+