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¿Y las mujeres en los 90?

¿Y las mujeres en los 90?

14 de octubre de 2020

Erika Olvera

No hace tanto de los años noventa, pero tampoco tan poco. Casi 30 años han pasado desde la caída del muro de Berlín, del final del apartheid, del derrumbe de la Unión Soviética y del primer animal clonado de la historia. La humanidad había avanzado en la ciencia y los grandes conflictos internacionales llegaban a su fin —aunque empezaban otros—, y se tenía la sensación de comenzar a habitar en el “futuro”. Sin embargo, basta una mirada superficial a las narrativas de la década para darnos cuenta de que el papel de las mujeres era muy distinto al que desempeñan en la actualidad. Bueno, y no sólo en la ficción. La verdad es que eran todavía muy pocas las mujeres a cargo de la propia producción de contenidos.

Por ejemplo, si revisamos las listas de los mejores libros de la década, encontraremos que casi todos están escritos por hombres. Irónicamente, la mayoría tienen a personajes femeninos como protagonistas (El mundo de Sofía de Jostein Gaarder y La chica que amaba a Tom Gordon de Stephen King, p. e.). En el ámbito internacional de la literatura pocas fueron las escritoras que lograron visibilidad, entre esas pocas estuvieron Anne Rice —cuyo libro más conocido es Entrevista con el vampiro— y Elizabeth Wurtzel —con Prozac Nation—. Ambas obras fueron llevadas al cine, cosa que también ocurrió con algunas de las obras de las latinoamericanas Isabel Allende, Ángeles Mastretta, Laura Restrepo y Laura Esquivel, quienes lograron un fuerte impacto gracias a sus voces honestas y sin pretensiones. Sus palabras trascendieron fronteras rápidamente.

El realismo mágico, los personajes llenos de claroscuros, las situaciones crudas —sin condescendencia hacia el lector— y sus protagonistas fuertes y libres de idealizaciones cautivaron al mundo. No obstante, las críticas fueron duras con ellas. Se les llamó, con ánimo despectivo, “escritoras de literatura femenina”—como si eso fuera algo malo—, “fenómenos comerciales”, o incluso “escribidoras”. Pero nadie puede negar que sus libros son entrañables para millones. Escritoras superventas, sin duda. Ya quisieran muchos.

Por otro lado, si recordamos algunos contenidos de la escena mainstream, como series y películas, podremos ver que, acompañando a los labios pintados de azul, las bolsas-mochilitas, las calcetas largas con faldas cortas, los chokers y demás parafernalia noventera, estaban los roles femeninos siempre dependientes de la validación de los hombres. Las heroínas por excelencia eran las mujeres ultrafemeninas, de belleza angelical, de sentimientos puros y nobles. Ellas eran las que siempre obtenían los mejores desenlaces a manera de premio por desempeñar bien su misión como “damitas”.

La furia femenina seguía en gestación, pero era más visible en el contexto musical, pero no en el pop. Ella se revelaba en las mujeres rudas con guitarras eléctricas de acordes distorsionados, en las voces enfurecidas y los ojos fuertemente delineados que enmarcaban miradas retadoras e interpretando temas en los que exigían ser vistas como algo más. ¿Quién no se acuerda de “Bitch” de Meredith Brooks, todo un himno noventero?

I’m a bitch

I’m a lover

 I’m a child

 I’m a mother

 I’m a sinner

I’m a saint

 I do not feel ashamed

 I’m your hell I’m your dream

 I’m nothing in between

 You know you wouldn’t want it any other way.

¿Y cómo olvidar a Courtney Love y su “Girlband Hole”? Hasta decían que Billy Corgan, de los Smashing Pumpkins, era quien le escribía sus canciones, al igual que Kurt Cobain, su marido. También hay quienes, hasta el día de hoy, aseguran que fue ella quien lo asesinó. Lo que es un hecho es que la carrera de la Courtney nunca logró remontar.

En la actualidad ya hay un camino recorrido, el cual es resultado de un gran sacrificio. La visibilidad de las mujeres, su reconocimiento y la libertad para simplemente ser llenas de matices (como somos en la realidad), es cada vez algo más aceptado y hasta deseado. Sin embargo, hay que cuidarnos de los fines de lucro que se esconden atrás de las cuotas de género. Todavía queda mucho por hacer. +