Select Page

The Who: rómpelo todo

The Who: rómpelo todo

09 de noviembre de 2020

Rodrigo Coronel

  1. Keith Moon deja caer un platillo al suelo. Ese gesto inocuo, casi inocente, desencadena en el escenario una inesperada energía cuyas expresiones más elocuentes serán los gritos destemplados de Roger Daltrey y los intentos de Pete Townshend por destruir su guitarra. Mientras el auditorio mira excitado y perplejo tales reacciones, un puñado de nerviosos técnicos se llevan lo que pueden del equipo de sonido, como si fueran marineros salvando las provisiones ante un naufragio. Así cerró The Who su participación en el Monterey Pop Festival. Fue el banderazo de salida de lo que sería conocido como el “Verano del amor”, un corto periodo en el que el sexo, las drogas y el rock & roll hicieron más amable la existencia.

Construyendo-destruyendo

Quiso el azar que la potencia interpretativa de Roger Daltrey, el genio creador de Pete Townshend en la guitarra y la pulcra digitación del bajo de John Entwistle convergieran en la Acton County Grammar School, una secundaria ubicada al oeste de Londres. Al principio, los tres formaron una banda llamada The Detours, pero finalmente se decidieron por The Who, pues el primer nombre ya era utilizado por otra agrupación. Más tarde, en 1964, se les uniría Keith Moon en la batería, un muchacho descrito por uno de sus profesores como “retrasado”, pero cuyas cualidades musicales fueron suficientes para que la banda grabara en 1964 sus primeras melodías, entre las que se cuenta “I can´t explain”, un éxito inmediato.

Si bien esa primera producción tuvo la influencia directa y bien identificable de The Kinks, el sonido de Who era notorio: una guitarra enérgica, una batería desbocada, un bajo algo más que protagónico y una voz estridente y algo nasal.

Fue también el azar el que imprimió en la banda un gesto que la haría destacar por encima de todas las demás, una proeza en el muy competitivo ambiente musical del Londres de los sesenta. Una noche de 1964, Townshend rompió accidentalmente su guitarra al golpearla en el techo del Railway Hotel, en Londres. Furioso por las risas del público, o acicateado por sus miradas de espanto, procedió a la destrucción completa del instrumento. El gesto fue, andando el tiempo, la firma de la banda, un performance demasiado caro para un grupo de músicos adolescentes, pero que, a la larga, sería adoptado como parte del show. Poco a poco, se volvió toda una declaración de principios.

De los guitarrazos al sintetizador

The Who tiene dos identidades musicales. Una de ellas se fraguó en las rudas noches londinenses, con guitarrazos y pleitos al finalizar cada presentación. Esta identidad es eminentemente interpretativa; de hecho, mientras la banda estuvo activa se le consideró como la agrupación con el mejor desempeño en vivo gracias a la fuerza y energía que desplegaban en el escenario y que tenía como consecuencia natural la ya mencionada destrucción de sus instrumentos. La otra identidad no rehuyó de esa fama salvaje, más bien la encauzó hacia apuestas más arriesgadas, ejercicios conceptuales y performáticos.

En The Who las pistas de su evolución artística son fácilmente rastreables. La exploración de nuevas fronteras y vetas interpretativas troquelaron su producción musical. Esa búsqueda constante, al margen de los éxitos que lograron colar en los top ten en ambos lados del Atlántico, es su identidad misma.

De esa primera identidad, toda fuerza y energía, son los álbumes My Generation (1965), A Quick One (1966) y The Who Sell Out (1967). Este último LP ya anticipaba la construcción de una propuesta artística más profunda. La portada y el nombre mismo del disco dan cuenta de un cierto desencanto por la industria musical y su tendencia por “abaratar” la música, para convertirla en un producto más. Así, en la cubierta de esta obra los cuatro integrantes de la banda aparecen anunciando diferentes productos, como desodorantes, pomadas o latas de frijoles.

El siguiente álbum, Tommy (1969), fue una verdadera revelación en cuanto a los alcances artísticos de la agrupación y, sobre todo, los del rock como medio de expresión. Del mismo modo que cualquier otra ópera, las canciones de esta producción giran en torno a una historia, la de Tommy, el personaje principal, un joven autista, particularmente dotado para el pinball, y cuyo ensimismamiento le permite desarrollar habilidades de introspección que lo transportan a realidades inéditas.

Dos años más tarde, la banda daría a luz el considerado por muchos como el mejor álbum de su discografía: Who´s Next. Curiosamente, esta obra tiene su origen en el naufragio de un ambicioso proyecto. Nos referimos a otra ópera rock, cuya realización implicó numerosos obstáculos, tensiones dentro de la banda y una crisis nerviosa en quien la había concebido: Pete Townshend. Aquél y el siguiente álbum, Quadrophenia (1973), son producto de un intenso examen al interior de la banda y las circunstancias sociales y políticas que se sucedían con sorprendente velocidad alrededor del mundo.

Álbum “My Generation”

Álbum “The Who Sell Out”

Álbum “Tommy”

Álbum “Who’s Next”

Won´t Get Fooled Again”, la canción que cierra el Who´s Next¸ es una crítica mordaz a la “revolución” y los esfuerzos juveniles por generar un cambio que, finalmente, fue traicionado por un espejismo ─“Meet the new boss / Same as the old boss”─. Quadrophenia nos cuenta la historia de un joven desengañado y algo cínico que mira en retrospectiva su vida y la de sus contemporáneos y decide despedirla en un alarde destructivo. Ello con el fin de darle paso a algo nuevo.

La siguiente producción de The Who, The Who by Numbers (1975), careció del impacto de las dos anteriores, quizá porque la ambición y alcance artístico de Tommy y Quadrophenia eran muy difíciles de superar. Sin embargo, esto no fue obstáculo para que el álbum se colara entre los primeros diez lugares en diferentes listas de popularidad. La realización misma del disco salvó las numerosas tensiones que germinaban en el seno de la banda, circunstancia que sería más evidente en el próximo álbum y que coincidiría con el comienzo de las carreras solistas de Daltrey y Entwistle.

Who are you (1978) marcó el fin de una rica época de exploración creativa, no tanto por la incapacidad de The Who para mantenerse vigentes ─entonces su liderazgo musical era incontrovertible─, sino por la muerte de Keith Moon. “Moon the Loon”, como era conocido, selló en buena medida la fama de la banda como excéntrica y problemática. Entre sus no precisamente ortodoxas costumbres se encontraba la de dinamitar los baños de los hoteles que visitaba, razón por la que la cadena Holiday Inn prohibió a la banda hospedarse en cualquiera de sus instalaciones.

La muerte de Moon marcó la suerte de The Who. Y es que, aunque la banda siguió produciendo música, ésta carece del carisma y esencia que le imprimía la personalidad del baterista, lo que nunca fue en desdoro de su calidad, cuidada hasta extremos obsesivos por Townshend. Las siguientes producciones de la agrupación, Face Dances (1981), It´s Hard (1982) ─el último álbum que grabó Entwistle con The Who, pues moriría en el 2002─ y Endless Wire (2006) fueron recibidas de forma ambivalente.

En 2019, The Who lanzó Who, un álbum que si bien se halla lejos de la popularidad de sus grandes éxitos, lleva en su tejido el sino identitario de la banda desde sus comienzos: la exploración artística en torno a temas no del todo obvios, como la crítica a la industria musical o los avatares de la finitud y la reencarnación.

  1. De un escenario circular se disparan luces verdes y azules. En el centro, Pete Townshend y Roger Daltrey toman el control del espectáculo. En la batería, el hijo de Ringo Starr, Zack Starskey, se hace cargo de los primeros compases de “Baba O’Riley”. Thownshend brincotea por el escenario, mientras Daltrey, con unos discretos lentes oftálmicos, tensa las cuerdas de una voz espesa y potente. Como fondo, miles de voces cantan el estribillo de la canción: “It´s only teenage wasteland”. Así comenzó el show de medio tiempo en el Superbowl del 2010. Parece que todo hubiera sido ayer. +