Select Page

El amor, la muerte y las moscas: EL REINO DE LAS MOSCAS de Alejandro Páez Varela

Se rumora que todo escritor mexicano tiene en el cajón de inéditos: a) una novela de narcos, b) un libro de Español rechazado por la SEP, c) ambos. Sea o no cierta esta apreciación es indiscutible que el norte violento de nuestro país ha despertado el apetito de cierto público lector, para quien la gente que se balea por asuntos de drogas es más interesante que la gente que se balea por cualquier otra clase de motivación. Y también es indudable que no faltan autores que escriban tramas a la medida de esas expectativas.

Por fortuna, narrar el norte significa algo más que hablar de narcos, policías, el desierto, sangre aquí, sangre allá. Hay otras cosas que contar para retratar el horror de las localidades fronterizas, y es ahí donde se inserta El reino de las moscas de Alejandro Páez Varela, un libro que fotografía –en sus desoladores detalles– una vida surcada por la violencia, pero sin hacer de ésta su argumento.

Aunque la trama se sitúa también en Texas y Ciudad Juárez, Zaragoza es el auténtico protagonista de esta novela. Pueblo chihuahuense, hostil y sin vegetación, donde hay diez iglesias protestantes y una sola escuela primaria. Es Zaragoza el lugar donde las escasas lluvias han terminado por acumular una cantidad obscena de basura a la entrada y los fuertes ventarrones hacen sangrar a los hombres. Ese lugar –“el reino de las moscas” – es el pueblo de Magdalena, Moisés, Max, Víctor y Esperanza, los “despojados del Valle de Juárez”, aquellos que ni siquiera aspiraban a cruzar a Texas “porque no sabían ganarse la vida allá”.

No, no es la realidad “descarnada”. (Cada que un reseñista acuda a la palabra “descarnada” para referirse a cierta circunstancia es que desconoce cómo funciona la realidad o el diccionario de sinónimos, para decir lo menos). Lo que aquí tenemos es una aridez donde todo el tiempo gira una pregunta: ¿cómo se sobrevive en estas condiciones? Y es entonces cuando un puñado de personajes intenta bosquejar una respuesta.

Quiero destacar principalmente dos:

La primera es Magdalena, quien hace la limpieza en la casa del narco Liborio Labrada. Pese a su fe cristiana, no ha tenido recato para cometer pequeños hurtos (dinero que va depositando en una lonchera con la imagen de la Princesa Leia). Se trata de un personaje fuerte que se rebela contra aquellas reglas no escritas de su iglesia y del papel que debe desempeñar como mujer. Magdalena intuye que ser dueña de sí misma supone poder decidir sobre el número de hijos que quiere tener, sobre ir al hospital para dar a luz. Derechos que en otra circunstancia parecerían elementales, pero que en no pocos rincones de este país todavía están sujetos a discusión.

La otra es Ana, novia de Labrada, una mujer impulsiva, berrinchuda, resuelta a amar al hombre equivocado. Quiere casarse y es Liborio quien la cuestiona: sí, claro, ¿enfrente del cuartel del ejército acaso? Es asimismo la mujer que se encierra en su cuarto a acompañar a su perra embarazada y hace un escándalo cuando Liborio le sugiere abortar a los cachorros. Es también la chica que sólo una vez ha visto el mar y que juró que estaría con Liborio hasta el último de sus días. (Y casi lo logra). Su historia es la de un amor rudo y a gritos, pero que –en el recuerdo de Liborio– se vuelve la historia de un amor tristísimo.

En las otras coordenadas de esta novela están Esperanza y su último gesto de dolor, Eulalio obsesionado con una herencia extraviada, el ex comandante Refugio perseguido por fantasmas. El reino de las moscas aborda el fanatismo religioso, el machismo y la vida como fuga permanente, pero todo está unificado por el panorama de un pueblo en ruinas.

“Hay tres temas”, dijo alguna vez Augusto Monterroso: “el amor, la muerte y las moscas”. Este libro acude con eficacia a los tres.

Imagen 1-2: Portada del libro El reino de las moscas de Alejandro Páez Varela.
Mascultura 21-Jun-12