Entre tumbas, bodas y hoteles de paso

Figura emblemática de la literatura mexicana de la segunda mitad del siglo XX, José Agustín ha publicado más de treinta libros, entre colecciones de cuentos, crónicas y ensayos, novelas y obras de teatro. Su estilo ágil y preciso, ameno y divertido, lúdico e inteligente, ha influenciado a más de un escritor y deleitado a miles de lectores de todas las edades, aunque su éxito entre los jóvenes fue y sigue siendo palmario. Quizá porque se ocupa, a Dios gracias, de abordar temas ajenos al siempre soporífero mundo de la intelectualidad mexicana, más preocupada en no parecerse a sí misma que en explorar su propia idiosincrasia. Desde la publicación de su primera novela, hace ya medio siglo, José Agustín demostró ser capaz, por ejemplo, de escribir sobre el tedio existencial y la falta de sentido experimentada por los jóvenes con un pintoresquismo inigualable, sarcástico, vivaz y humorístico. En “La tumba” (incluida ahora en el volumen titulado “Amor del bueno”) nos cuenta las andanzas del joven Gabriel Guía, cuya vocación literaria, impetuosa pero autocrítica, le lleva a descubrir, a la par, el placer sexual y el desamor, el soundtrack de su vida (que inicia y culmina con el Lohengrin de Wagner) y el alcohol como analgésico, los debates de ideas en el Círculo Literario Moderno en donde la estupidez y las imposturas intelectuales son castigadas con pitorreos y bromas pesadas y la perplejidad ante una realidad que se transforma rápidamente y en la que parece no tener cabida. Con una actitud reacia a las imbecilidades que pueblan la vida adulta y las dinámicas sociales, Gabriel Guía terminará llevando al extremo una de las sentencias proferidas por uno de los muchos personajes que se atraviesan por el corto camino de su existencia: “Si el aburrimiento matase, en el mundo sólo habría tumbas”.

En “Amor del bueno” se incluyen además otros tres textos fundamentales para adentrarse en la narrativa de José Agustín: el cuento “Cuál es la onda”, la comedia “Amor del bueno” que le da título al volumen y el texto autobiográfico “Quién soy, dónde estoy, qué me dieron”. En este último el autor nos permite conocer parte de su adolescencia y juventud en la colonia Narvarte, su gusto por el béisbol, su ingreso en el mundo laboral como profesor de inglés, sus primeras lecturas (Juan Cristóbal, Rojo y negro, Crimen y castigo, Ana Karenina, Tonio Kröger, La Iliada, La Odisea, La Eneida, Poe, Gogol, Maupassant, Sartre, Hesse, Camus, Ionesco, Saroyan, Arthur Miller, Tennesse Williams, Emilio Carballido, Nabokov, Scott Fitzgerald) e intereses musicales (Elvis Presley, Fats Domino, Jerry Lee Lewis, Chuck Berry, Little Richard, Gene Vincent, Buddy Holly), su viaje a Cuba como brigadista, su matrimonio con Margarita Bermúdez y, sobre todo, sus primeros escarceos literarios que, después de afianzarse un poco, le llevan a recordar lo siguiente: “En esos días mi hermana Hilda me dijo fíjate que tengo un maestro en la Escuela de Teatro que es escritor, ¿vamos a verlo? Fuimos. Resultó Juan José Arreola, quien nos puso unos discos con poemas. Regresé después, solo, con dos cuentos y dijo que aguantaban, pero todavía no sé si esos cuentos aguantaban porque mi hermana aguantaba o si en verdad aguantaban por sí mismos.”

“Cuál es la onda” es, en cambio, un texto completamente onírico, el periplo nocturno de una pareja de jóvenes, Oliveira y Requelle, que se acaban de conocer. De disímil extracción social pero con las mismas preocupaciones, siempre ávidos de averiguar qué intereses y deseos existen detrás del otro, cuál es su onda, ambos se enamoran tras visitar varios hoteles de paso sin tener sexo, como si la condición de su incipiente unión los obligara no a fornicar sino a apropiarse de una ciudad oscura, apacible, que duerme y que, después del barullo diurno, deja por fin oír la voz de las parejas que comienzan a quererse.

Finalmente, “Amor del bueno” es una pieza divertidísima que narra, con los recursos propios del guión cinematográfico, la fiesta de bodas entre Leopoldo y Felisa que termina, luego de tres fuertes altercados, en una delegación de policía. Con estupendo humor negro y una capacidad envidiable para describir los detalles que caracterizan este tipo de celebraciones en las que, literalmente, las familias de los novios echan la casa por la ventana, José Agustín nos conduce por una serie de enredos protagonizados por personajes verdaderamente arquetípicos de nuestra más absurda mexicanidad. Mezclando lo sublime con lo grotesco, la violencia con el albur y la chanza, lo trágico con lo cómico, logra un fresco maravilloso (por sorprendente y ridículo) de nuestros comportamientos más arraigados.

En suma, “Amor del bueno” reúne cuatro textos esenciales para averiguar por qué José Agustín sigue siendo uno de los escritores mexicanos imprescindibles de los últimos cincuenta años.

José Agustín: “Amor del bueno”. México, Alfaguara, 2013, 224 pp.

Por: Lobsang Castañeda 

Imagen: Portada del libro "Amor del bueno", de José Agustín.
Mascultura 11-Mar-14