Nahui Olin, esa infinita mirada al futuro.

“Si la ciudad de México pudiera simbolizarse en una mujer, la elegida sería Carmen Mondragón”. José Emilio Pacheco

Nahui Olin ha regresado a la vida cultural de México desde un remoto olvido gracias a la magia de una fotografía: imagen misteriosa, fuera del tiempo, eternizada en un devenir incontenible.
Este retrato provoca la impresión de que la terrible Nahui-Medusa se hubiera trasquilado su cabellera de serpientes y se hubiese petrificado a sí misma en una expresión de serena melancolía. Esta fotografía ostenta una dedicatoria dirigida al hombre amado, que por su liberal intencionalidad nos ubica de inmediato frente a una mujer cuya sensualidad y noción de libertad serán las constantes existenciales de su vida.

Amor eterno Amor Atl la palpitación de mi corazón es el sonido de tu nombre que amo con toda la frescura de mi juventud único ser que adoro moja los ojos de tu amada con el semen de tu vida para que se sequen de pasión quien no ha… y será Más que tuya

Nahui Olin

Nacida en el seno de una familia porfiriana el 8 de julio de 1893, fue hija del general Manuel Mondragón y Mercedes Valseca. Bautizada como Carmen Mondragón, desde niña demostró una precocidad intelectual fuera de lo común. Sorprendía a los diez años a su maestra Marie Louise Cresence en el Colegio Francés de Santa María por sus lecturas de los filósofos Voltaire, Rousseau y Pascal, así como de las obras literarias de Alphonse de Lamartine. Esta pasión por la lectura era acompañada de una temprana capacidad para expresar en palabras sus ideas sobre la vida, el amor y la existencia. De esta época data su frase “La ilusión es la enfermedad de los débiles”, aforismo que sin duda Nietzsche habría festejado

Dada la corriente de simpatía mutua que surgió de la relación maestra-alumna, la pequeña Carmen, quien será mejor conocida con el tiempo como Nahui Olin, obsequió a su profesora unos cuadernillos con sus pensamientos, mismos que años más tarde conformaron su importante libro A dix ans Sur mon Pupitre (A los diez años sobre mi pupitre), publicado en 1924 y escrito en francés, lengua que desde niña dominaba.

Convertida en una bella adolescente, participa durante las fiestas del centenario de la Independencia en 1910, en una kermés en el bosque de Chapultepec, vestida de turca, adivinando la suerte de los paseantes mediante la lectura de la mano.

El 6 de agosto de 1913 contrae nupcias con el aprendiz de diplomático Manuel Rodríguez Lozano. En 1914 la pareja viaja a San Sebastián, España, para reunirse con el resto de la familia, ya que el general Mondragón, por su activa participación en los dramáticos eventos de la Decena Trágica, que culminaron con la muerte del presidente Francisco I. Madero, decide, alentado por Victoriano Huerta, exilarse en Europa.

Durante la estancia en San Sebastián, Carmen desarrolló sus capacidades artísticas diversificándose entre la poesía y la pintura, así como en su afición por la caricatura. La vida en San Sebastián estuvo marcada por una confrontación permanente entre Carmen y Manuel, dada la inequívoca homosexualidad de su marido. A fines de 1920 la pareja regresa a México, y al año siguiente participan en una exposición en la Escuela Nacional de Bellas Artes, antigua Academia de San Carlos, organizada para conmemorar los cien años de la Consumación de la Independencia. La separación de Manuel se convierte en un imperativo, por lo que decide iniciar los trámites de divorcio, que son completados en 1922.

Conoce al Dr. Atl, quien la bautiza como Nahui Olin, los cuatro movimientos del Sol, la renovación cósmica del Universo, el eterno retorno. La apasionada relación por su liberalidad sin diques de contención, lejos de todos los prejuicios, sin ocultarla en la encubridora oscuridad, sacudió los cimientos de la moral burguesa, de la que desnudó su hipocresía y su mediocridad. Durante esta intensa unión con el paisajista realizó innumerables pinturas y publicó tres libros: Óptica Cerebral, poemas dinámicos en 1922; Calinement, je suis dedans, en 1923 y su ya mencionado texto de 1924. Compartiendo de esta manera con el Dr. Atl el gran momento en el que México se encaminaba poderosamente hacia la cultura de la modernidad.

A pesar de los inmejorables auspicios de esta relación, la situación afectiva de ambos artistas se deteriora hacia 1925, por lo que deciden terminarla de común acuerdo para conservar vivos los recuerdos de sus mejores tiempos.

En septiembre de 1927, Nahui Olin inaugura en su nueva casa-estudio una sorprendente exposición de fotografías realizadas por Antonio Garduño, donde predominan los desnudos, y las puertas de su casa-estudio se abren de “Si la ciudad de México pudiera simbolizarse en una mujer, la elegida sería Carmen Mondragón”. José Emilio Pacheco par en par para que todo ciudadano libre pueda apreciar las voluptuosas ondulaciones de su cuerpo, que entrega visualmente con generosidad. A pesar de que a la inauguración asistieron dos secretarios de Estado —Manuel Puig Casauranc, de Educación Pública y Luis Montes de Oca, de Hacienda y Crédito Público—, la liberal exposición provocó el escándalo y la reprobación de los retrógrados puritanos, quienes furiosamente la satanizaron, pero ella consciente de su cuerpo colmado de sensualidad, su erótica desbordante y su inteligencia libertaria, permaneció imperturbable frente a las injurias que insensatamente le lanzaban, y serena continuó su camino hacia el encuentro de su radiante futuro.

Nuevos hombres cruzaron por su vida: Adolfo, el consumado bailarín, triunfador absoluto de los concursos de baile de salón; Matías Santoyo, el agudo caricaturista y hábil muralista; Lizardo, el enamorado de la naturaleza y diseñador de bellos jardines de las delicias; Orlando, el petulante abogado que perfumaba sus cabellos antes de hacer el amor, y Eugenio Agasino, el seductor capitán del barco español Habana, en cuyas travesías conoció todos los intensos misterios de la erótica al ritmo de los oleajes del indomable Atlántico.

Desgraciadamente, la muerte de su amado capitán en la Navidad de 1933 durante el retorno de Nueva York a España, provocó en Nahui Olin una amarga desolación que la mantuvo postrada por mucho tiempo. Ella estaba acostumbrada a los violentos desenlaces amorosos, sabía que aun los amores iniciados bajo los mejores augurios podían terminarse drásticamente, pero la trágica e inesperada desaparición del capitán había sido, sin lugar a dudas, una insidiosa e intolerable crueldad del destino.

Abordó la pintura con sensibilidad y sensualidad y un luminoso sentido cromático que la vincula con los pintores fauvistas. Formalmente su lenguaje plástico es figurativo y poderosamente vivencial, pero alejado de los convencionalismos académicos, y si se le quisiera ubicar como pintora naïf rebasaría con un aliento de mayor creatividad el estrecho horizonte de esa expresión ingenua, para ubicarse en una personal interpretación plástica no académica.

Los autorretratos de Nahui Olin completamente desnuda en febriles entregas amorosas con sus amados en turno perturbaban a la sociedad de su época, no acostumbrada a la libre representación erótica, en la que ella despojada de prejuicios representaba de forma lúdica sus vehementes pasiones.

La música fue otra de sus pasiones creativas y un recio apoyo espiritual en su desarrollo artístico. Desde niña aprendió a tocar el piano, y no sólo ejecutaba con soltura e intensidad las obras de los grandes músicos, sino que también sorprendía su capacidad tanto para improvisar variaciones sobre las piezas interpretadas, como para tocar temas de su propia creación. En 1933 realiza un viaje a San Sebastián, invitada por una agrupación cultural, integrada por antiguos amigos y artistas españoles que había conocido en su anterior estancia, para ofrecer un recital de piano y una exposición de sus pinturas.

El evento cultural se llevó a cabo en el Cine Novedades, exhibiéndose sus pinturas en el amplio vestíbulo y el recital de piano en la sala de audiciones. Interpretó obras de Beethoven, Liszt, Chopin, y como era su costumbre, improvisó sobre las obras programadas. Las numerosas y elogiosas críticas que hicieron del evento los diarios fueron recortadas y conservadas durante toda su vida por Nahui Olin.

Como poeta y escritora poseía una escritura moderna, luminosa, plena de imágenes, espontánea y fresca, como lo expresó el poeta José Gorostiza al reseñar su libro Óptica Cerebral: “He aquí un caso único de mujer. Mientras publicamos toda suerte de poesía y prosa, desesperadamente correctos, casi interesantes algunos, Nahui Olin nos ofrece un libro de poemas admirables. Sin duda la prosa es incorrecta, pero cuidada, nerviosísima; pero sin duda de una feminidad evidente que contrasta con lo profundo de sus temas”.

Dos libros más se añadieron con los años, cuyas portadas fueron ilustradas por la autora: en 1927 un breve texto titulado Nahui Olin, y un último libro publicado en 1937, Energía Cósmica, en el que comenta con naturalidad la teoría de la relatividad, de Albert Einstein. Su conocimiento sobre una compleja teoría matemática y física es aún más notable, puesto que este libro se encontraba completamente terminado diez años antes.

Nahui Olin disfrutó de su existencia con plena libertad y defendió con sus actos sin ataduras la liberación femenina, en una época en la que aún existía una abierta actitud de marginación cultural y profesional para las mujeres. Muy a su pesar, Nahui Olin abandonó este su amado mundo el 23 de enero de 1978.

Por Tomás Zurián Ugarte