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Mad Men: de la recreación a la autocrítica

Se trata de mucho más que la recreación de una época. Una serie como Mad Men se convierte en revolucionaria cuando en una especie de flashback eterno (tan largo que se convierte en un presente del que no se puede escapar) una sociedad como la norteamericana se lee a sí misma desde una perspectiva álgida.

Son los años sesenta y una serie de televisión con cualidades cinematográficas de alto calibre -invita a quien se deje- a revisar desde los roles sociales de hombres y mujeres hasta la vida profesional y de hogar de los mismos. Lo interesante, lo de vanguardia, es que no se hace desde la perspectiva del abuelo que cuenta un cuento antes de dormir, sino desde la del tío que ve el tiempo pasado y cuenta sus andanzas provocando las pesadillas de quienes lo escuchan.

Mad Men entra, para comenzar, en un mundo que hoy 40 años después, domina al nuestro de manera escandalosa y cínica: el de la publicidad. Sin complacencias, además, lo hace con una forma escandalosa e igualmente cínica, lo que la aleja del tono de telenovela en que muchas otras series llegan a caer. Esa posibilidad quedó anulada aquí desde el comienzo pues el equipo creador de Mad Men es el mismo que se responsabilizó por años de otra serie que tuvo un enfoque similar y alcances -en su efectividad- realmente monstruosos: Los Soprano.

Hablar del nombre estaría de más. Describir a los personajes sobra. Contar quiénes han tenido sus quereres con quiénes más, no viene al caso ahora. Descubrir lo que en esos años era el mundo y compararlo de manera necesaria pero a veces inconciente con lo que vivimos ahora; entender un mundo que más allá de los humos del cigarro y del machismo galopante parece no haber cambiado mucho; sentir cómo estos personajes de tan vivos parece que van a tocar a la puerta; identificarnos con ellos, sean buenos, malos o regulares, esa es la intensidad que ofrece Mad Men, algo que el cine busca y no siempre consigue y algo que en la tele es aún más difícil de dominar. Un garbanzo de a libra en cada capítulo, así de fácil.

Por Erick Estrada www.cinegarage.com