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La máscara de Alfred Newman: Historias para volverte loco

La máscara de Alfred Newman: Historias para volverte loco

Después de que la legendaria revista MAD ha desenmascarado lo grotesco de nuestra realidad por 67 años, nos toca ahora quitarnos el antifaz y reinventar la sátira.

Juan Cardenas

La idea de esconder un rostro tras una cara que no sea la nuestra surgió con la humanidad, primero, adornando caras con pinturas o utensilios, hasta generar falsos rostros, máscaras que elevaban el estatus de una persona a un ser especial, diferente, único.

Así es la máscara de Alfred E. Newman, el niño de la revista MAD, quien por años ha representado a una de las publicaciones más emblemáticas de la contracultura estadounidense (en ocasiones global), y bien podría ser llamada la cara de la sátira en los Estados Unidos.

La propia revista MAD sirvió de máscara para una generación de artistas, escritores y periodistas motivados por su entorno, marcado por la situación internacional (muy cambiante y a la vez constantemente tensa: inició en 1952 y terminará su vida a finales de este año).

El editor original de MAD, Harvey Kurtzman, quiso este personaje: alguien irreverente y tierno, inocente pero astuto, pero sobre todo desentendido, desfachatado, no apático, pero sí osado. Su éxito lo sobrepasó: Alfred E. Newman fue eso y más, llegó a ser lo que era necesario que fuera. Como la sátira busca, Newman criticaba su sociedad y al mundo entero, tanto para educar, como para sólo reír. Y en un ambiente donde la censura había llegado a absurdos por toda una década (de la mano del macartismo y el FBI de Edgar J. Hoover), Newman fue la punta de lanza de un mensaje necesario y desesperado, que abrió la puerta a jóvenes ansiosos por hablar, por gritar.

Kurtzman, nacido en los Estados Unidos de inmigrantes ucranianos, tuvo la visión oportuna y exacta para elevar a MAD al nivel que alcanzó. El atrevimiento pasó a ser la norma en sus oficinas, donde se podría decir que los lunáticos tomaron control del manicomio.

Una máscara puede ser también una representación colectiva. Como la ultra popularizada cara de Guy Fawkes que desde 1982, con el cómic y la mediocre adaptación cinematográfica de V for Vendetta, pasó curiosamente a representar el concepto de resistencia al establishment y la rebelión contemporánea (Anonymous).

Eso también llegó a ser Alfred Newman: un rostro que hablaba por miles, por cientos de miles. Un rostro que podía hacer y decir lo que tantos querían, que tenía una plataforma mediática para hablar por los ciudadanos. Quienes tuvieron la suerte de colaborar y trabajar en MAD fueron y han sido voceros de todos ellos.

Art Spiegelman, el genio detrás de la novela gráfica que narra los horrores de la Segunda Guerra Mundial desde la perspectiva de un judío victima del nazismo —Maus—; dijo que MAD fue más importante que la marihuana y el LSD para redefinir a la generación que protestó contra la guerra de Vietnam. La icónica cantante y escritora Patti Smith parece coincidir: “Después de MAD, las drogas no eran nada”.

Muchos coinciden en lo poderoso de sus mensajes, por ello ahora tantos rinden honores tras el anuncio de su edición final, el pasado mes de agosto, luego de 67 años. The New York Times, The New Yorker, The Washington Post, El País, The Journal, The Times, entre otros medios, han reaccionado a esta noticia, todos ellos honrando la importancia de esta revista en los Estados Unidos.

Y es que este medio fue exitoso, además, en desenmascarar villanos. El humor como arma principal le sirvió a MAD para decir la verdad que nadie quería ver, al denunciar corrupción, hipocresía, estupidez, cinismo, etc. Nada parecía estar fuera de su alcance, nada parecía demasiado, e incluso si alguien así lo pensaba, era quizás señal de que iban por buen camino.

Y sus lectores respondieron. Supieron ver y agradecer ese desenmascaramiento público y valiente, desvergonzado, lúdico. Y curiosamente, aunque hoy su contenido está clasificado como material para adultos, por décadas encontró el éxito gracias a sus lectores niños y adolescentes.

The New York Times Magazine publicó en 1977 (el 25.º aniversario de MAD) una pieza en la que los escritores Tony Hiss y Jeff Lewis recordaban: “Mes tras mes y tema tras tema, de una manera implacablemente amable, MAD nos dijo que todo estaba retorcido: que había mentiras en la publicidad, que otros cómics mentían, que la televisión y las películas mentían, y que los adultos, en general, cuando se enfrentan a lo desconocido, mienten”.

Considerar hoy el valor de un medio que enseñe a las más jóvenes generaciones a cuestionar su entorno es estremecedor. Un medio que impulsa a no dar por sentado nada, a no respetar cargos o instituciones ciegamente, es un tesoro. En esta época de noticias falsas, de populismo e inmediatez barata, un medio así sería fantástico en países como los mismos Estados Unidos, como Venezuela, México, Brasil, el Reino Unido, China, Corea del Norte —inserte aquí la interminable lista de naciones que agradecerían un medio así—.

Aunque MAD no dice adiós, ya no publicará contenido nuevo, sino que reemitirá contenido de los 67 años de su historia, salvo por números de fin de año y especiales. Además, ya no se venderán en puestos de revistas, sino sólo en tiendas especializadas.

 

Es una especie de muerte en vida. Quizá en su partida, MAD le dice a ese mundo de lectores algo que nunca ha sido un secreto, algo que llevan diciendo desde su nacimiento y que hoy en un último mensaje gritan: debajo de esa máscara está cada uno de ellos. No hay héroes anónimos, no hay guerreros virtuales, solo está cada uno de esos lectores, cada uno de esos ciudadanos con la opción diaria de comprometerse con ellos mismos y con valores reales, profundos e inteligentes.

Disfruta esta entrevista que nos concedió Peter Kuper en 2012.

Sería un esfuerzo muy débil intentar enumerar todo el talento humano que se forjó y maduró en MAD a lo largo de todo este “siglo dorado”, pero sí mencionaremos a Peter Kuper, el artífice de la inmortal sección “Spy vs Spy” y cuyo trabajo también ha sido publicado en español.

En este momento podemos atrevernos a ver cómo MAD desenmascara una última vez a alguien más, sólo que en esta ocasión no se trata de las instituciones despiadadas, los políticos desvergonzados, las corporaciones ambiciosas e inmorales. No. Esta última vez la máscara que se quita es la de cada uno de sus lectores, quienes creen en su mensaje, quienes se enorgullecen de ser fanáticos de MAD, y quienes hoy en día deben ver en el espejo el verdadero rostro que debe salir a pelear por ellos. Hoy. Alfred E. Newman se otorga un merecido descanso, y toca a cada uno de nosotros seguir con esta educación de la sátira y sus beneficios, y llevarla a los niños y adolescentes de hoy, quienes no tendrán una MAD a la mano. +

@desautomatas