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Los siete ángeles de María Magdalena, apóstola de apóstoles

Los siete ángeles de María Magdalena, apóstola de apóstoles

30 de noviembre de 2020

Claudia Posadas

El 14 de septiembre de 591, el papa Gregorio I Magno, en la homilía 33, dictó su sentencia: Peccatrix Mulier. De este modo, sólo tres tipos de mujeres eran aceptados en la Biblia y, por tanto, en la sociedad heteropatriarcal y apostólico-romana de ese tiempo: la prostituta que, penitente, pudiera salvarse, afincada en María Magdalena; la tentadora, perdedora del alma del hombre, encarnada en la figura de Eva; y la Santa Madre, virgen. Arquetipos, por cierto, que perduran hasta nuestros días.

Así, la imagen de la mujer fue denigrada y estereotipada, consolidándose la voluntad histórica de anular el ser femenino en general. Peor aún, al estigmatizar a La Madeleine bajo esa sombra, en tanto en su figura desemboca y se manifiesta la tradición del Sagrado Femenino, ésta fue anulada en su calidad de Principio Creador para terminar de imponerse la visión de un dios patriarcal, acaso demiúrgico, y borrar todo vestigio del culto a la Diosa Madre.

Pero a la luz de nuevas perspectivas, además de reivindicaciones de la misma Iglesia católica en voz de Karol Wojtyila (Juan Pablo II) y Jorge Bergoglio (Francisco), la impronta de Maryam se levanta y se ilumina como la Apóstola Apostolorum (Apóstola de Apóstoles), la verdadera sucesora del Cristo y fundadora del cristianismo, la copa de la simiente sagrada y, a nivel simbólico, como la encarnación de La Diosa Ancestral o de la Pistis Sophia del gnosticismo.

La vida de María y sus representaciones

Las fuentes coinciden en señalar a Myriam de Magdala como proveniente de la aldea de pescadores de Magdala. De acuerdo con la escritora y especialista española Cristina Menéndez, “en Lucas 8:2 se habla de María Magdalena como oriunda de Migdal Nunayah, en griego Tariquea, junto al Mar de Galilea, a 5.5 km al norte de Tiberias. Migdal es ‘torre’, pero en hebreo, ‘Megadel’, significa la que engrandece”. Sin embargo, no se tiene certeza de su ascendencia ni de sus motivos para seguir a Jesús. En documentales de Discovery, se habla de la explotación de su aldea, como tributaria del Imperio romano; se menciona que algo la volvió una renegada, de tal manera que huye de su región y se une a Cristo, probablemente por su mensaje de justicia y sanación.

En la película María Magdalena (Garth Davis, 2018), vemos a una mujer que, debido al llamado de un espíritu más profundo que el impuesto por su tribu, en la cual la mujer sólo podía existir en función del papel de hija, hermana, esposa, madre y como un ser juzgado de antemano por el dios del pecado, cuestiona las jerarquías por lo que el consejo de patriarcas decide su sacrificio ritual. Pero María es salvada por su padre, que la ama por sobre todo, aunque no la comprende; sin embargo, ella decide seguir al Rabí, a Jesús.

Otras fuentes indican que era acomodada. De acuerdo con Cristina Menéndez, el investigador José Luis Giménez, autor de El legado de María Magdalena, afirma que “existen opiniones en las que se la presenta como la hija de un noble babilonio y de una judía de la casa de Benjamín, por lo que ello justificaría la realeza de Myriam de Magdala, así como su alta capacidad adquisitiva, ya que estuvo financiando los viajes de Jesús por Galilea y Palestina”.

También, la presidenta del Instituto Magdalena, Jennifer Ristin, en su reciente libro María Magdalena. Reflexiones desde la antigua Magdala, a partir de evidencia arqueológica en la región natal de María, afirma que Magdala era próspera y rica; asimismo, la especialista Marisa Ventura, autora de Sola entre ellos: un viaje de descubrimiento espiritual al corazón de María Magdalena, dice que el padre de María era un rico comerciante de pescado y que su poblado era el centro de Galilea y paso obligado de la Ruta de la Seda, por lo que esas líneas del Evangelio de Lucas, que dicen que María Magdalena proveyó materialmente a Jesús y a sus discípulos durante su predicación en Galilea, validan estas aseveraciones.

Entonces, es creíble que Magdalena, al ser una mujer de recursos, contaba con una educación, tal y como asevera Ventura: “era una mujer culta que tuvo acceso al conocimiento”. En ese orden de ideas, también es probable que haya formado parte de algún rito ancestral. Afirma la investigadora: “a los 12 años entró a formar parte de una hermandad de mujeres iniciadas, como afirma Jacobo de la Vorágine en La leyenda dorada, escrito en 1260”.

María en los Evangelios

María es mencionada en cuatro de los Evangelios canónicos: Marcos, Mateo, Lucas y Juan. En resumen, se asienta que presenció la crucifixión de Jesús, así como su sepultura; también, que fue testigo de la resurrección y que comunicó la noticia a los apóstoles; asimismo, que fue la primera que vio una aparición del Cristo resucitado. Pero la mención más fuerte es la de Lucas y Mateo, que establecen que de ella salieron siete demonios.

En cambio, en los Evangelios Apócrifos de Tomás y de Felipe, incluidos en los manuscritos de Nag Hammadi -doce papiros escritos en copto (siglos III y IVd.C.) y hallados en 1945, en el Alto Egipto-, en los que se muestran los fundamentos del cristianismo gnóstico primitivo, y en el Evangelio Apócrifo de María Magdalena (siglos II y V), texto del que se conservan fragmentos, se da más luz sobre su figura. En ellos, Mariham aparece como la gran discípula de Cristo y la más amada por éste, a la que con frecuencia besaba en la boca. Pero es en el Evangelio de Felipe en el que hay un pasaje significativo, que ha dado pie a muchas teorías, ya que afirma que María era la compañera de Cristo, su Koinonós, vocablo del griego antiguo que significa ‘cónyuge’.

Y es aquí donde la impronta de María crece. Siendo la esposa sagrada de Cristo, de acuerdo con las interpretaciones de estos textos y con diversas investigaciones, simbólicamente sería la Madre dadora de vida. En ese orden, La Magdalena, en tradiciones herméticas, podría afincarse a la par de la Virgen María como heredera del culto iniciático de la Diosa Madre, reflejo de un matriarcado antiguo.

En el gnosticismo, La Magdalena, imantada al Cristo, conformaría la Unidad de la creación. Según se establece en la Pistis Sophia, otro manuscrito antiguo que asienta las enseñanzas gnósticas de Cristo (siglo II), una emanación, Sophia, principio femenino creador, se desprende de la unidad primordial, que contiene el principio creador masculino. Ambos principios, entendidos como fuerzas, son la Fuente de vida. Sophia es usurpada por otra emanación menor, el demiurgo, dios del caos y la violencia, el Dios de la Biblia, que es el creador del mundo material, mientras que Sophia, del mundo espiritual.

Pero sobre todo en el Evangelio de María queda muy clara su importancia. El texto comienza después de la resurrección, en el momento en que María busca a los apóstoles, quienes tienen miedo. María los conforta, instándolos a predicar. Pedro se opone, no acepta que una mujer pueda haber entendido como ninguno de ellos el mensaje del maestro y que él la hubiese preferido para revelarle enseñanzas y atestiguar la resurrección. Allí comienza la separación de la iglesia primordial de Cristo, representada por María, y la iglesia romana, levantada por Pedro.

La primera feminista de la cristiandad

Peccatrix Mulier. Gregorio I se valió de las aseveraciones de Lucas y Marcos para señalar a María, y además asoció a otras mujeres de nombre María, denostadas en la Biblia, con la Magdalena: Dijo: “Ella, la cual Lucas llama la mujer pecadora, la cual Juan llama María [de Betania], nosotros creemos que es María, de quien siete demonios fueron expulsados”.

Así, la Magdalena se convirtió en pecadora penitente. Esto, según especialistas, es clave para la evangelización ortodoxa, para controlar y desacralizar a la mujer. Magdalena era peligrosa porque su idea de Dios era distinta. Era peligrosa, porque su impronta podría fortalecer la presencia que tenían las mujeres en las comunidades como maestras y profetas. Para Roma, era necesario consolidar e imponer su visión patriarcal de la Iglesia, que no admite mujeres en su curia y que establece que lo religioso es lo escrito en la Biblia, por lo que se debían eliminar ideas heterodoxas.

Por eso fue manchada por siglos. Sin embargo, fue una iniciada y una de las primeras misioneras que predicó el verdadero mensaje de Cristo y cabeza de su Iglesia; fue testigo de su pasión y resurrección y muy probablemente fuente de su linaje. La Biblia le negó ese lugar.

Sacerdotisa, líder, visionaria, encarnación de la Diosa, sanadora, la primera feminista del cristianismo. Mujer amorosa, mujer medicina. Por ello en El Evangelio según Jesucristo, de José Saramago, en voz de María, sus palabras indican, de la mejor manera, la dulzura y sacralidad de su corazón y su alma y la reivindican para siempre: “Algunos dijeron que Jesús había expulsado siete demonios de mis entrañas, pero tampoco eso es verdad. Lo que Jesús hizo, sí, fue despertar los siete ángeles que dormían dentro de mi alma esperando a que él viniera a pedirme socorro”. +