Select Page

¡Larga vida, Klimt!

Este 2018 se cumple el primer centenario de la muerte del artista austriaco Gustav Klimt, nacido en lo que hoy es el Distrito XIV de la ciudad de Viena, en 1862, y fallecido a los 55 años en esa misma ciudad. Desde la década de los 80 del siglo XX su obra ha sido desmesuradamente apreciada entre amplios sectores de la población mundial, a tal grado que las reproducciones de sus pinturas y dibujos mantienen el primer lugar de ventas en museos (ya sea adquiridas in situ o vía Internet), además de que existe una exitosa aplicación informática, denominada iKlimt App, alusiva a su vida y a su producción.

Las obras de este autor han alcanzado precios muy elevados en subastas y en operaciones directas de compraventa; así, por ejemplo, en 2006, gracias a la venta de su pintura Goldene Adele en 135 millones de dólares, devino en el artista hasta entonces más caro en el mercado del arte. En 2017, un paisaje floral de su autoría, realizado 110 años antes, fue vendido en la casa subastadora londinense Sotheby’s por un monto cercano a los 56 millones de euros; esto lo convirtió en el autor de la tercera pieza de mayor precio en la historia de las subastadas en Londres (solo rebasado por las cantidades pagadas por un Giacometti y por un Rubens).

Por si fuera poco, de acuerdo con información de la compañía financiera Bloomberg, también el año pasado la empresaria estadounidense Oprah Winfrey le vendió a un comprador de la República Popular China por 150 millones de dólares una obra de Klimt de la que era propietaria.

Además de lo anterior, Der Kuss (El beso, óleo sobre tela con oro y estaño de 180 centímetros por lado, pintado entre 1907 y 1908), que es una de las 24 obras de Klimt resguardada por la Galería Austriaca Belvedere en la ciudad de Viena (y cuya colección cuenta con el mayor número de piezas de Klimt en el mundo), ha sido considerado como una de las obras maestras del siglo XX. Dada su fama y el riesgo que tal hecho implica para su preservación, el pasado mes de febrero fue reubicada dentro de la Galería Belvedere para ser expuesta dentro de una vitrina de acero, protegida con cristal antibalas.

Además de su popularidad actual y de su éxito en el mercado, la obra de Gustav Klimt tiene gran relevancia para la historia del arte, pues constituyó una vertiente del arte fin de siglo (como es conocido el arte posterior al del academicismo decimonónico y contrapuesto a éste) que precedió a las vanguardias del siglo XX y que además preparó el camino para quienes en su momento desarrollarían lenguajes van- guardistas. Este artista descuella también como ejemplo del protagonismo que todo profesional del ámbito artístico debe ejercer en pro del aprovechamiento de las condiciones culturales emergentes de su contex- to para estar en capacidad de generar cambios en su campo específico de acción. Klimt sobresale también por la manera como afrontó tanto la censura proveniente de las instituciones gubernamentales como el rechazo del conservadurismo, aun cuando después de su muerte varias de sus obras más emblemáticas hayan sido destruidas por la barbarie nazi.

Las vanguardias históricas fueron los movimientos, corrientes y tendencias del arte de la primera mitad de la pasada centuria (como el fauvismo, el cubismo, el futurismo, el constructivismo, el dadaísmo y nuestros nacionalismos) que implicaron la incorporación de paradigmas hasta entonces inéditos para la cultura artística. La existencia de las vanguardias fue posible merced al avance anti academicista que impulsaron quienes se afiliaron a simbolismos (a partir de 1886) y modernismos. O, lo que es lo mismo, al arte fin de siglo.

Durante las vanguardias, la versión occidental de lo artístico fue nutrida con elementos provenientes de artes no occidentales (como lo africano para el caso del cubismo o lo originario e identitario mexicano para el caso de los nacionalismos locales); empero, ya Klimt había incorporado a su producción componentes africanos, bizantinos, chinos, egipcios, japoneses (que mucho antes habían interesado a artistas impresionistas), medievales, minoicos, de la Grecia antigua, de India, así como de la mirada fotográfica. Quienes militaron en las vanguardias se propusieron ejercer de manera constante la provocación (tanto artística como extra artística).

Gustav Klimt, años antes, consiguió que sus obras fuesen provocativas en lo expresivo, subversivas en cuanto a lo temático y rebeldes en lo concerniente a lo iconográfico y lo estilístico. La originalidad a ultranza que persiguieron con ahínco vanguardistas de toda índole fue alcanzada por Klimt antes que ellos, mediante una combinación de recursos figurativos −en los que resalta ciertos rasgos o partes de los cuerpos que representa, a fin de incrementar su elocuencia− y otros no figurativos −como las espirales o los pequeños rectángulos, entre muchos− en contextos del todo alejados de la representación mimética. Con esto, Klimt contribuyó de manera tajante a subrayar la autonomía de la realidad artística frente a la realidad denominada tangible, de la cual la artística proviene y a la cual finalmente es incorporada.

Quienes, como Klimt, realmente son artistas, lo han sido o lo son porque sus obras contribuyen a impulsar el desarrollo de la cultura. Es esa pulsión de vida artística la que hace posible el devenir de la historia del arte; en este campo no caben los conservadurismos pues son hostiles al arte mismo. Aunado a lo anterior, el gran tema de la producción de este autor es la celebración de lo vital. De ahí su confianza en la capacidad humana para el goce. En las obras de Klimt descuella su profundo humanismo. Fue ese canto a la vida, que rezuma en cada obra de la que es autor y que va aunado a una apología de la actividad sexual, lo que desencadenó la censura contra sus dibujos y sus pinturas.

El caso extremo de aquella censura correspondió a la prohibición para que fueran ubicados en su sitio los paneles de gran formato que, entre 1900 y 1907, elaboró a encomienda expresa para ser colocados en el techo del Aula Magna de la Universidad de Viena, luego de lo cual pudieron ser adquiridos por coleccionistas privados. Nada hay más anti humanista que el fascismo, de ahí que estas pinturas les fueran expoliadas a sus propietarios durante la Segunda Guerra Mundial para mantenerlas en un castillo que, en mayo de 1945, fue incendiado intencionalmente por el ejército alemán, derrotado y en huida. Y es que sabían que aquel castillo sería recobrado por las Fuerzas Aliadas, quienes recuperarían las obras confiscadas de este autor como preciado botín de guerra.

La consolidación del lenguaje de Klimt estuvo vinculada a su determinación de dirigirse con sus obras a la humanidad toda. Sus antecesores academicistas consideraban que su público era únicamente el que asistía a las exposiciones denominadas Salones. Los artistas fin de siglo se debatieron entre los influjos del pensamiento del romanticismo, que los conminaba a trabajar para los públicos especializados, y el ímpetu pre vanguardista que los impulsaba a reconciliar al arte con la vida, al punto de llevarlos a realizar sus obras con la intención de que lo artístico influyera directamente en la cotidianidad de las personas. Desde su humanismo Klimt optó por dirigirse a esos amplios sectores de la población mundial que hoy en día respondemos positivamente a su decisión. ¡Larga vida, Gustav Klimt!

Este texto fue realizado por Carlos Blas-Galindo y fue publicado originalmente en el número 110 de Revista Lee+. Pueden leerlo en su versión digital dando clic aquí o en su versión física, disponible en todas las Librerías Gandhi del país.