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¡Que viva la literatura! Crónicas desde la FIL Oaxaca (segunda entrega)

Pareciera que entre más tecnología y más apoyo de almacenamiento de información tengamos, nos vemos menos obligados a recordar. Puede que esta sea una de las razones por la que en el país pasen desapercibidas ciertos tipos de prácticas.

Recorremos la plazuela de la conocida Alameda de León, con frondosos árboles que se erigen babélicos y estantes llenos de libros de cubierta nostálgica al mirarlos. Seguimos sobre la calle Independencia junto con vendedores ambulantes que llevan, entre sus mercancías, vestidos y morrales, turistas de todos los colores que se detienen por esquites y niños corriendo entre las personas.

Se necesitan pocos pasos para llegar al ex convento de San Pablo y un poco más de tiempo para que Rius llegue a la rueda de prensa que la FILO preparó para este día. El caricaturista mexicano nos platica sobre La invención del cristianismo y el mundo del negocio que inició en un pesebre. El historietista que promovió la campaña “No más sangre” bromea sobre su oficio y sus libros. Sin embargo, detrás de ese rostro sonriente se esconde un hombre desencantado, un hombre que ha reflexionado sobre el doloroso padecimiento de un país acribillado. El humor es tan sólo su lugar de anclaje dentro de una marea que todo lo devora. El trabajo de Rius es un constante recuerdo del adversario al que tenemos que combatir.

La sede de la FILO se prepara para una larga jornada de trabajo, mientras que, en la carpa de la Alameda de León, Alberto Chimal y Julio Trujillo divagan sobre la generación Z y los zombis que pululan desde hace algunas décadas. El autor de Los esclavos, con su característico aspecto misterioso, concluye que la literatura es una herramienta capaz de cambiar a las personas y éstas al mundo.

Conforme avanza la tarde, algunas nubes se ensanchan amenazantemente. La gran plaza en el Centro Histórico de Oaxaca está vestida de cempasúchil. Las jardineras ostentan una gala anaranjada, mientras que en el fondo, ahí donde decenas de vendedores ofrecen artesanías, ropa, manualidades, ahí donde niños piden una moneda con una máscara o con un atuendo de payaso, los edificios visten mantas con nombres y una fuerte exigencia para no olvidar. Esa escena conjuga a la perfección lo que Chimal y Rius llegaron a enarbolar en sus pláticas: un trabajo en pro de la memoria y reflexión colectiva.

Del quiosco de la ciudad emana música a la par de la lluvia que nos obliga a resguardarnos bajo las carpas de la FILO. El agua se filtra y atenta contra las cajas que contienen los libros. La gente se amontona en los estantes de Almadía y Proceso, y continúa su recorrido por otros anaqueles.

La noche sorprende a Guillermo Fadanelli que ronda por los pasillos de la feria, mientras se inaugura la exposición Lo blanco del negro de Alberto “El Negro” Ibáñez, paralela al cierre con lectura en voz alta de Fernando Lobo, Pergentino José, Fernando Montes de Oca y Guillermo Santos que se lleva a cabo en el Café Central, un bar acogedor donde el único café que se ve es en las letras del nombre.

Por Rolando Ramiro Vázquez Mendoza

Imagen: El escritor y caricaturista Eduardo del Río, RIUS.
Mascultura 5 Nov 12