Fábulas del tío Hofs: Aquiles y la tortuga

Fábulas del tío Hofs: Aquiles y la tortuga
Sábado 9 de marzo de 2019
Toño Malpica

Aquiles—Ya decía yo que se trataba de usted.

Tortuga—¿Se dirige a mí, caballero?

A—Hágase el loco. Se trata de mí. ¡De mí!

T—Oh… en efecto… es usted.

A—¿Cómo ha estado? ¿Se curó de la hernia?

T—Si me permite, mi avión sale en treinta minutos. Que tenga un buen día.

A—¡Hey… no me va a decir que no le da gusto verme! Tantos años compartiendo el pan y la sal… tantos años peleando por el pan y la sal… je, je, je.

T— No se moleste. No tiene por qué andar a mi lado.

A—Oh… no se preocupe. Mi vuelo sale en hora y media. Puedo acompañarle hasta la sala. ¿Qué libro carga bajo el brazo?

T—Bien. Seamos claros. Yo también lo vi a la distancia, pero preferí fingir que no. ¿Sabe por qué? Pues porque desde que nos lanzaron a la calle con todo y chivas, desde que cada uno siguió su rumbo, he sido una persona más cuerda y más feliz.

A—Oh… a mí también me recomendó mi siquiatra que dejara de buscarlo en redes, pero el destino es el destino, ¿cierto? Además, fueron buenos tiempos.

T—¿Cuánto tiempo ha pasado? ¡Años! ¡Años de no tener que pelear con nadie por el control de la tele, el menú del día, el color de las cortinas…!

A—Tiene razón. Yo también lo extraño. Pero ni hablar. Se acabó por habernos rebelado contra las fuerzas del mal. Ocho meses. ¡Ocho! ¡Todo un récord!

T—Ya que lo dice… Sí sentamos un precedente, ¿cierto?

A—¿Está bromeando? Fuimos Rosa Parks negándose a dejar su asiento en el autobús. Fuimos Jacinto Canek encendiendo la llama de la rebelión indígena. Emily Davison poniéndose en peligro en el Derby de Epsom. Todo un ejemplo de resistencia ante la opresión y el absolutismo.

T—Bueno… tampoco hay que exagerar. El casero se negaba a arreglar la llave del agua, nosotros a pagar la renta.

A—Tiene razón. Ha conseguido conmoverme. Toda una causa libertaria. Ocho meses de atrincheramiento.

T—Hasta que nos echaron de manera violenta y con respaldo policiaco.

A—¿Pero qué sería de la vida sin la lucha justiciera? Tanto en el mundo real, como en el literario, es necesaria esa chispa que intenta corregir lo torcido, hacer del mundo un mejor lugar dónde vivir , oponerse a…

T—¿Me disculpa? Me pareció oír que vocean mi vuelo. Ha sido un gus…

A—Veo que ha vuelto a leer a Dickens.

T—Ah… ¿esto?

A—Mejor ejemplo no pudo ponerme en las manos. Si Oliver Twist no hubiera pedido una ración extra, seguro habría tenido una existencia gris y miserable. Pero se atrevió y ahí están las consecuencias. Todo un señorito al final.

T—Bueno… si no contamos las veces que casi pierde la vida…

A—No perdamos el punto. Oliver pide una ración extra. Nosotros pedimos que nos arreglaran la llave.

T—Francamente no veo la conexión.

A—¿Es en serio? Lo que quiero decir es que, si no hubiese sido por nuestra resistencia ante la injusticia, nada en realidad habría pasado.

T—Sigo sin entender… ¿y exactamente qué pasó?

A—Bueno… dejé la escritura. Y me fui a Nepal unos meses buscándome a mí mismo. Como no encontré nada, recorrí el mundo. Me casé en Moscú pero terminé divorciándome en Las Vegas. Ahí en Nevada puse un pequeño negocio al que no le ha ido mal y me ayudó a descubrir que en realidad lo mío es el safari fotográfico. Ahora mismo voy a Buenos Aires a recibir un premio. Pero luego regresaré a mi casa en Nueva York. ¿Ve a lo que me refiero?

T—Eh… sí. Veo a lo que se refiere.

A—El empoderamiento de los subyugados. Tengo la sospecha de que aquel que conducía nuestros destinos nos tenía sometidos a una vida gris y miserable. ¡Lo dejamos atrás y vea lo bien que nos ha ido!

T—Eh… bueno… en realidad… cuando nos echaron a la calle, yo no dejé la escritura. Y me fui a vivir de arrimado con mi hermana. Eso ha sido todo. En este momento voy a una feria estatal de libro. Pero me hospedan en un cuatro estrellas, hasta eso.

A—¡Lo sabía! Tuve esta corazonada desde que me levanté. Por eso acepté hacer escala aquí. ¿Qué no lo ve? Es el destino. Venga, le invito un trago. Tengo una propuesta que hacerle. ¿No le gustaría un cuarto con vista a Central Park?

T—Pero… mi vuelo…

A—Oh… ni siquiera es usted el que habla, dese cuenta. La única rebelión que importa es la que inició Augusto Pérez cuando confrontó a Unamuno.

T—Umh… Pero no olvide que Unamuno lo mató después de sus reclamos.

A—Pequeñeces. Igual muchos ya nos daban por muertos. Entonces… ¿me acepta ese trago?

T—En el fondo yo también extraño pelear por el control de la tele.

A—No se diga más. ¡La imaginación al poder! Siempre quise perder un vuelo importante.+

Twitter: @T_Malpica

 

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