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¿Es un pájaro?, ¿es un avión? No, es SUPEREZA

¿Es un pájaro?, ¿es un avión? No, es SUPEREZA

De pocos temas cuesta tanto trabajo escribir como de la pereza (valga la redundancia). La pereza como derecho, como cualidad. La inacción como virtud.

Diego Fainguersch

Estamos inmersos en una sociedad de consumo bestial, donde se cambió la necesidad por vanidad. 

La pereza está mal vista, tiene mal marketing, cuando en realidad debería ser todo lo contrario: tener la capacidad de no hacer nada debería estar mucho mejor posicionado. Es más, deberíamos crear un súper héroe de la pereza, una especie de Supereza.

¿Cuáles serían las características de esta heroína? Muy fácil: por principio, no querer hacer nada de más, en los términos conocidos en nuestra sociedad, solo el disfrute de estar, observar, valorar, y todo lo que termine en ar. Sería una súper heroína que nos obligue a ver la importancia del aquí y el ahora y no tener que vivir futurizando algo que quizás nunca llegará. Que nos regale el presente, como lo que es un presente, quizás esas sean las palabras mágicas que utilice: “aquí y ahora”, casi como un grito, un sello personal al estilo de Tarzán, para luego echarse al sillón y contemplar el cielo raso. 

Esta súper heroína, cuando la llamaran, no contestaría el teléfono porque está admirando un atardecer. Supereza sería una superheroína que valore cada momento del día, que contemple un arcoíris, que ayude a las personas a desengancharse de la cotidianidad para poder concentrarse en lo realmente importante: uno mismo, pero eso sí: después de descansar. 

¡Cuántas cosas podría enseñarnos esta nueva generación de superhéroes! Quizás a anteponer lo importante a lo urgente. Vivimos apagando incendios de diferentes dimensiones. Todos cargamos nuestras propias cruces, y muy pocos somos los que estamos dispuestos a soltar por el simple hecho de hacer más liviano nuestro andar. 

Quizás el problema es que nos sentimos invencibles, inmortales. Si tuviéramos la capacidad de quitarnos el velo de nuestros ojos y ver por un minuto que nuestro destino común es la muerte, entenderíamos lo efímera que es la vida. No lo digo como lamento, sino como toma de conciencia para bajar la velocidad y apreciar lo real. 

El gran problema que podría tener nuestra superheroína, sería quizás, en medio de un vuelo que está por venirse abajo, la falta total de motivación para intervenir, porque no le encuentra un sentido al esfuerzo, o porque le da más satisfacciones el amanecer que tener que atravesar toda la ciudad para salvar a alguna persona que no la reconozca o, peor, que encima de todo lo que haga la acusen de malhechora, como suele sucederle a muchos de los personajes heroicos de los cómics. 

Pero a diferencia de otros héroes, a Supereza no la llamarán cuando alguien estuviera a punto de ser asesinado, ni tendría que salvar al planeta Tierra de un enemigo. ¡No! Esta superheroína te salva de ti mismo: de tu ansiedad, de tu locura cotidiana, de tu necesidad de acumular más cosas de las que necesitas. 

Quizás en un núcleo preponderantemente humano, esta clase de superhéroes sean nuestros psicoterapeutas. Héroes de 40 minutos exactos, héroes de diván. En cambio, en el interior de la república, tenemos una fábrica de héroes, activos y dinámicos, ahí en el pueblito más recóndito de la montaña, donde el tiempo se detiene por un momento. 

Un empresario llega a uno de esos pueblos en el interior, y observa a un hombre joven al costado de las vías del tren, echado, a punto de dormir una siesta con su vaca atada a un árbol al lado suyo. El empresario se le acerca y le comenta que debería tratar de cruzar su vaca con algún toro de la zona. El joven, sorprendido, le pregunta: “¿Para qué?” El empresario le contesta:

 —¿Cómo que para qué? Para que quede preñada y tengas becerritos. 

—Y, ¿para qué? 

—¿Cómo para qué? Para que los becerros crezcan y empiecen a dar leche. 

—Y, ¿para qué? 

El empresario se empieza a desesperar. 

—Usted, con la leche de esas nuevas vacas, empieza a comercializarlas en las diferentes tiendas de la zona; con ese dinero que va recaudando, empieza a comprar más cabezas de ganado, con lo que aumentará de manera exponencial su producción, porque se van a estar reproduciendo entre ellos; entonces podrá adquirir una pequeña granja donde estarán pastando en el día, y usted podrá empezar a vender a las grandes cadenas la carne que genere, más el cuero, y paralelamente seguirá con el negocio de la leche… Yo le auguro que en unos 20 años tendrá un éxito sin precedentes en este pueblo. 

Silencio de ambos. Luego de unos segundos, el joven le vuelve a preguntar: 

—Y, ¿para qué? 

El empresario se pone rojo y contesta: 

—¿Me está hablando en serio?, ¿Cómo para qué? ¡Para que gane mucho dinero y pueda estar tirado sin preocuparse de nada más! 

El joven lo observa con tranquilidad, se toca la cabeza y le contesta: 

—¿Y qué es lo que estoy haciendo ahora?

@diegopera

Léelo también en nuestro número 122, dedicado a los 7 Insaciables / 7 Pecados Capitales