Entrevista con Elizabeth Gilbert

Entrevista con Elizabeth Gilbert
14 de mayo de 2020
Yara Vidal / Enrique G de la G

La autora de Comer, rezar, amar nos concedió su primera entrevista a un medio en español. Sus libros se han traducido a más de treinta idiomas, ha vendido más de doce millones de ejemplares y dos de sus historias se han filmado a Hollywood: además de la conocida Eat, Pray, Love, también Coyote Ugly. Al hablar con Lee+, nos cuenta cómo escribe, qué piensa de la condición humana y, por supuesto, se adentra en el hecho de ser mujer.

Lee+: Como somos una revista mexicana, primero quiero preguntarte si existe algún autor latinoamericano que te guste especialmente. ¿O quizá tengas a alguien en tu lista de libros que quisieras leer pronto?

LG: Leí Señales que precederán al fin del mundo, de Yuri Herrera, una novela que me pareció brillante, turbulenta, intensa y emocionante. En estos días, en esta época brutal de Donald Trump, la novela “fronteriza” resulta más importante que nunca.

Lee+: Como autora, ¿qué tan difícil te fue comenzar a escribir profesionalmente? ¿Cuál fue el mayor desafío que enfrentaste?

LG: Honestamente nunca sentí que mi género fuera un obstáculo para mi carrera de escritora. Desde muy joven me dediqué al arte de escribir, y me tomé en serio mi vocación. Me decidí absolutamente a que mi trabajo fuera lo más importante de mi vida y a llevar una vida de escritora. En la preparatoria comencé a enviar cuentos a las editoriales y durante años ignoré las cartas de rechazo. Seguí avanzando como un bulldozer. No iba a parar hasta que alguien se rindiera. Nunca se me hubiera ocurrido parar, y tampoco se me ocurrió que la gente no me tomaría en serio sólo por ser mujer o joven. Más bien, el mayor reto al que me enfrenté fue mi impaciencia por mejorar como escritora. En realidad, ¡probablemente ese siga siendo mi mayor reto!

Lee+: ¿Dirías que tu trayectoria ha sido accidentada? ¿O más bien intentas disfrutar sin importar los desafíos a los que te enfrentas?

LG: He tenido la bendición de poderme ganar la vida como escritora durante el último cuarto de siglo. He tenido libros que fueron más exitosos que otros, y también he recibido críticas. Pero nunca –ni siquiera un solo día de estos veinticinco años– he dejado de estar agradecida por este trabajo.

Creo que fue Dolly Parton quien una vez dijo algo así como: “Desde que era niña, lo único que quise fue ser una estrella de música country; y ahora que lo soy, no me voy a quejar”. Para mí es exactamente así. Ser escritora fue lo que siempre quise hacer con mi vida, y ahora que lo soy, no me voy a quejar. La crítica ocasional o el día laboral frustrante son pequeños precios a pagar cuando llevas una vida creativa.

Lee+: Te mueves con facilidad entre la ficción y la no ficción. ¿Cuál te resulta más interesante? ¿Y cuál más difícil?

LG: Disfruto más escribir novelas que no ficción, porque la sensación de liberación es vasta y placentera. Con la no ficción tienes el compromiso ético y la responsabilidad de adherirte cuidadosamente a la verdad, además de la ansiedad de ser justo con las personas sobre las que escribes. La no ficción es una gran responsabilidad. En cambio, escribir una novela es como ir a una aventura salvaje en una tierra mítica, donde no le debes nada a nadie y donde puedes volar en la dirección que quieras. No hay libertad como esa.

Lee+: ¿Crees que Ciudad de mujeres habría sido diferente si no hubieras escrito Libera tu magia? ¿Cambió en algo tu proceso creativo?

LG: Libera tu magia no cambió mi proceso creativo sino que lo explicó. Durante años quise escribir un libro sobre cómo vivir una vida creativa sin el alto nivel de sufrimiento que solemos asociar con los artistas y su proceso de trabajo. Siempre he tenido una relación amorosa y cercana con mi trabajo. Sin embargo, la historia que siempre se cuenta sobre los artistas es que, para poder crear, debemos ser autodestructivos, emocionalmente inestables y estar rotos. Creo incluso que esa creencia se ha convertido en una especie de culto.

Siento que hay formas más amables –más compasivas, más juguetonas– de ser creativos, y quise compartirlas con el mundo. Pero no fue sino hasta cumplir los cuarenta que me sentí lo suficientemente confiada para compartir mis ideas, porque antes no estaba segura de haberme ganado mi posición en el mundo literario con la fuerza suficiente para tener el derecho de levantarme y decir: “Oigan, hay una manera menos dolorosa de hacer esto, ¿lo sabían?” Después de escribir mi novela La firma de todas las cosas, sentí que realmente había aterrizado en mí misma como escritora, y entonces intuí que ya podía ofrecer mis opiniones.

Lee+: ¿Cómo es tu proceso creativo? ¿Hay algo que te saque de tu zona de confort? ¿Cómo se te ocurren nuevas ideas para las historias?

LG: Tiendo a inventar los personajes primero. Descubro a alguien a quien quiero conocer, alguien con quien quiero pasar tiempo, y que tengo que darle vida. En mis tres novelas, hasta ahora todas las protagonistas han sido mujeres. Por ejemplo, con mi nuevo libro, Ciudad de mujeres, quise escribir una novela sobre una mujer que vive una vida de promiscuidad, pero que no termina destruida. Una vez que tuve esa idea, se convirtió en una especie de búsqueda del tesoro para averiguar dónde debía situarse el libro y en qué período. Sabía quién era la chica, pero no sabía el dónde ni el cuándo. Después de que se me ocurre el escenario, la parte más difícil – para mí– es averiguar la trama. ¿Qué diablos están haciendo esas personas en este mundo? ¿Cuál es el conflicto, cuál es el drama? Por lo general investigo mucho sobre la historia de la novela para encontrar la trama. Es normal que me pase unos tres o cuatro años investigando para cada novela. Y una vez que empiezo a escribir, muy pocas cosas pueden sacarme de ahí. A pesar de todos estos años, ¡sigo siendo aquel bulldozer!

Lee+: Alguna vez dijiste que “todo lo bueno comienza con la compasión”, por eso me gustaría preguntarte si después del gran éxito de Comer, rezar, amar, tuviste que ocultarlo. ¿Cómo manejaste el aumento de tu fama?

LG: Qué pregunta más linda. Pero te lo aseguro: ¡No soy tan famosa! La persona más gris del reality show menos visto del mundo es más famosa que yo. No tengo ningún problema para caminar por la calle y seguir con mi vida normal. Tal vez dos o tres veces al mes alguien me reconoce en la calle, pero es más bien raro… y esos encuentros son siempre muy lindos. Mis lectoras suelen ser señoras de mediana edad encantadoras que no quieren molestar ni ofender, ¡así que nunca siento que me invadan!

Lee+: El trabajo de la naturaleza es ser salvaje, mientras que el de la cultura es domar nuestros instintos. Sin embargo, la gente altamente educada, la clase que llamarías “cultivada”, no sobresale en compasión. ¿Tienes alguna sugerencia sobre cómo podríamos arreglar esto?

LG: Me temo que no soy muy buena en ingeniería social, así que nunca sé cómo responder a las preguntas sobre cómo cambiar al mundo. Pero planteas un buen punto al señalar que la inteligencia y la compasión no son la misma cosa. La educación y la amabilidad no son lo mismo, tampoco el éxito y la empatía. En cierto modo es muy difícil para los que están en la cima de la escalera ser compasivos porque no han sufrido los embates y las luchas de la vida. Si tienes la posibilidad de eliminar la incomodidad más próxima, quizá nunca sufras las pequeñas incomodidades de la vida, esas que aplastan tu ego y te hacen más suave, amable y humilde.

Con todo, nadie puede librarse del dilema central de la condición humana. La riqueza y el éxito no protegen a nadie del sufrimiento. Los miembros de la familia seguirán muriendo, habrá corazones rotos y sueños incumplidos, el dolor siempre se colará en las grietas. He conocido a mucha gente en la cúspide y, a pesar de toda su abundancia, están ansiosos, aterrorizados, avergonzados, confundidos, como el resto de nosotros. Y aunque a veces sea difícil sentir compasión por la gente de arriba, también ellos necesitan nuestra buena vibra y empatía. Te diría que, como siempre, la mejor manera de enseñar la compasión a los demás es practicarla con nosotros mismos, incluso hacia quienes están en la cúspide.

Lee+: Si escribiéramos un eslogan para Ciudad de mujeres sería “No tienes que ser una buena chica para ser una buena persona”. La presión de la sociedad para que las mujeres sean “buenas y perfectas” ha sido una especie de cárcel que ha bloqueado para siempre la relación con el sexo y el placer. ¿Crees que esto está cambiando, que el mundo se vuelve más tolerante?

LG: ¡Desearía que cambiara más rápido! Pero sin duda, el mundo todavía ofrece a las mujeres un conjunto de reglas muy estrechas para lo que constituye ser una buena chica o una mujer respetable, y esas reglas, ciertamente, pueden convertirse en prisiones. Todavía existe un doble estándar para el comportamiento sexual masculino y femenino, y las mujeres siguen siendo controladas y mantenidas a raya por la amenaza de la vergüenza pública.

Este momento es probablemente el mejor momento en la historia de la humanidad para ser mujer, y aún mejor en el mundo occidental moderno. Mi vida es infinitamente más libre que la de mi madre, y exponencialmente más libre que las de mis abuelas. Pero todavía no estamos donde me gustaría que estuviéramos. Espero que la próxima generación sea de mujeres valientes y testarudas que se desprendan aún más de esas restricciones ridículas.

Lee+: Como observadora profesional, ¿qué cualidades humanas despiertan tu interés? ¿Qué cualidades dirías que son las más llamativas para escribir?

LG: Me interesa la compasión, como señalaste antes. Otra palabra para ello podría ser “redención” o incluso “absolución”. Creo que la mayoría de la gente lleva consigo una enorme cantidad de vergüenza y arrepentimiento, y casi todos cargan con una historia de su pasado que desearían borrar… a menudo se trata de una historia sobre alguien a quien han herido. Por eso me conmueven tanto las historias de perdón. Cuando la gente es capaz de ablandar su corazón hacia el otro, de trabajar a través de su dolor, y de dejar que el otro se libere, creo que esa es la historia más hermosa y conmovedora jamás contada.

También me interesa aprender a perdonarnos a nosotros mismos, cuando la gente a la que podríamos haber agraviado no ofrece esa absolución. Aprender a hacer las paces con los demás y con nosotros mismos es la parte más difícil y más hermosa del viaje emocional humano.

Lee+: En la era del internet, ¿cómo podemos mantenernos curiosos, si tenemos toda la información al alcance de la mano?

LG: No creo que tener toda la información al alcance de la mano mate la curiosidad, sobre todo porque nunca tendrás toda la información, no importa lo inteligente que sea el dispositivo que tienes en tu mano. No estamos más cerca ahora, que hace dos mil años, de resolver las grandes cuestiones éticas de la humanidad. ¿Por qué sufren los humanos? ¿Por qué los humanos se traicionan unos a otros? ¿Existe un Dios? ¿Por qué la felicidad siempre parece tan fuera del alcance? ¿Por qué estamos satisfechos un día y descontentos al día siguiente? ¿Qué nos pasa cuando morimos? ¿Cuál es la naturaleza del verdadero amor y por qué parece golpearnos como un rayo? ¿Cómo puede un corazón cambiar de opinión y decidir que ya no ama a alguien? ¿Cómo se supone que debemos lidiar con la pérdida de un ser querido? Estas preguntas nunca cambian, y el iPhone no puede responderlas. Las mentes científicas más brillantes del mundo aún no pueden decirnos cuál es la naturaleza de la conciencia o si se puede confiar en nuestros sentidos en términos de lo que constituye la realidad: nadie puede saber si un niño le está mintiendo a un padre o si un amante le está escondiendo algo a su pareja. ¿Y por qué le pasan cosas malas a la gente buena? ¿Cuál es la naturaleza del mal? ¿Por qué tomamos acciones que sabemos que nos perjudicarán? Los misterios centrales del ser humano permanecen tan ocultos como siempre, y si eso no despierta tu curiosidad, entonces no estás prestando atención al extraño y desgarrador espectáculo circense de la vida humana. No puedo ni imaginar perder la curiosidad ante todas estas preguntas.

Lee+: ¿Cuál es tu momento favorito del día?

LG: Las mañanas. Ahora vivo sola, y amo mis mañanas sosegadas y silenciosas. Medito, rezo, escribo y dibujo en mi diario, disfruto mi té, leo. Solía empezar el día como si me hubiera disparado un cañón, pero a medida que envejezco estoy aprendiendo a despertar lentamente, a mirar alrededor en mi pequeño y dulce hogar, a apreciar la soledad y la quietud.

Lee+: ¿Cuál es la mejor manera de reconectar con el interior en esta era de inmediatez, locura y desinformación?

LG: Creo que el mundo siempre ha sido un lugar de inmediatez, locura y desinformación. Cuando lees a los filósofos antiguos o a los sutras yóguicos o a los místicos medievales, todos hacen la misma observación: “El mundo enloqueció, ¿qué podemos hacer?” No creo que la respuesta sea diferente –ni más fácil ni más difícil– hoy de lo que era hace quinientos, mil o dos mil años: silencio; ve a tu interior; recuerda que eso que buscas también te busca a ti. Pero la respuesta no está afuera, jamás lo estuvo. La respuesta está más cerca que tu propia respiración. Dios sigue escondiéndose donde siempre se ha escondido: dentro de nosotros. ♡LG +


Agradecemos el apoyo a Penguin Random House US por el apoyo para realizar esta entrevista exclusiva.