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Entrevista con Alaide Ventura, Premio Mauricio Achar 2019

Entrevista con Alaide Ventura, Premio Mauricio Achar 2019

11 de enero de 2020

Los cazadores observan a las personas con su ojo mecánico, las delgadísimas líneas que se muestran en su mira les indican el momento preciso en que deben accionar el disparador. Clic. El instante queda congelado, atrapado para siempre y, quienes observan la fotografía, pueden encontrar un secreto, un jirón, una desgarradura que nunca sana. En algunos casos, las miradas apacibles y las sonrisas tiesas ocultan infiernos, roturas y fracturas que jamás se repararán. Las fotos también pueden mentir. Aunque, en otros casos, la verdad no puede esconderse tras las muecas y los fingimientos. La pupila del retratado que se transforma en una navaja es suficiente para contar su vida.

Alaíde Ventura Medina —la ganadora del premio Mauricio Achar 2019 con su novela Entre los rotos (Penguin Random House)— no es ajena a las consecuencias de estas cacerías y sus los retratos (casi) involuntarios: “hay una foto en la que apenas debo tener tres meses de edad. Estoy mirando a la cámara y mis padres se están viendo con odio. Cada vez que la observo me pregunto: ¿quién la tomó? Creo que fue mi hermano mayor que siempre fue mi refugio. Esa fotografía condensa la historia de nuestra familia completa, y gracias a ella se detonó la idea de escribir este libro”.

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La detonación de la que habla Alaíde se mantuvo a lo largo de su obra: Entre los rotos se teje gracias a las fotografías que encuentra la protagonista. Todas las había conservado su hermano, ninguna muestra un momento marcado por la alegría, y en su grisura se revelan la inminencia de la violencia, del desencuentro absoluto, de la desgracia cotidiana que hiere la vida de su familia desgarrada. Ahí, en esas imágenes —que tal vez podrían parecer indefensas para un observador ajeno— se encuentra condensado el horror doméstico, la inocuidad absoluta. El lugar donde transcurre la historia jamás se menciona, pero —según lo contó Alaíde— “obviamente es Veracruz”. A golpe de vista, podría pensarse que se trata de una novela de tópicos, de un melodrama llevado al extremo de lo grotesco y la hipérbole: un padre miserable, violento y golpeador; una madre plena de odios y rencores, un hijo que se transformó en un convidado de piedra. Desde la primera página de la novela esto queda perfectamente claro: “La primera guerra a veces es la casa. La primera patria perdida, la familia”. Hasta aquí, todo parecería que las páginas de Entre los rotos, esconden pocas sorpresas.

Sin embargo, en un momento de la obra, la protagonista hace un afirmación peligrosa y capaz de trastocar lo que se cuenta en el blanco y negro de las páginas. Tal vez, solo tal vez, en Entre los rotos hay otra historia. La voz de la narradora es precisa al revelarnos su secreto: “Aprendí a mentir no solo con palabras: con hechos. Mi existencia entera era una invención”. Esta capacidad para trastocar la verdad y manipularla nos coloca ante un problema: si bien es cierto que la novela —según lo dijo Alaíde— “dibuja las desolaciones de la protagonista, de su hermano y su madre”, al tiempo que da cuenta del silencio que nació como una respuesta al maltrato paterno, también contiene la posibilidad de que todo lo que en ella se cuenta tan solo sea una interpretación, un intento por crear y dar sentido a los personajes rotos, a los fantasmas de la memoria que requieren una narración que les permita ser manipulados. No por casualidad, en una de las entrevistas que concedió, Alaíde dijo: “Andamos por ahí como fantasmas y los que tenemos suerte logramos conectar unos con otros, pero hay varios que no. Estamos siempre con una sábana, siempre cubiertos”.

Ante estos hechos, las preguntas son obligadas: ¿en verdad la protagonista está contando la historia de los fantasmas rotos?, ¿es posible creer que cada una de sus palabras le otorga sentido a la vida real de sus personajes? Evidentemente, si todo esto fuera cierto, la novela sería verdadera y la historia de la familia nos revelaría el recuento de su tragedia. Sin embargo, también existe otra posibilidad, una lectura que tal vez sería más escalofriante: si la existencia de la protagonista es una invención, ¿no lo serán también todas sus palabras? Y, tal vez, estaríamos delante de una manipuladora que nos obliga a mirar el horror donde no existe. La posibilidad está abierta, ya sólo hace falta que abras la primera página.+