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Engaños

Me encontraba en una etapa extraña, estresado, agotado, ansioso, recayendo en vicios, falto de inspiración. Las condiciones políticas y económicas de la realidad no ayudaban a dejarse llevar por sueños o historias. Había dejado de leer: no sé si todas estas condiciones eran pretextos, pero casi me daba pereza el tener que abrir un libro y leer un par de líneas para luego quedarme dormido. Estaba saturado. Hasta que, un día, sin tener nada que hacer, recordé que tenía pendiente El paciente inglés (Debolsillo) de Michael Ondaatje. Lo había comenzado, pero me resultó lento, pesado… supongo que era mi estado anímico. Decidí darle otra oportunidad; esta vez no dejaría que mi pereza me detuviera en el primer capítulo. Continué y, para mi sorpresa, descubrí una historia grandiosa en los restos de la Italia posterior a la Segunda Guerra Mundial. Una enfermera canadiense llamada Hana, por culpa, por cansancio o hartazgo, decide quedarse en un monasterio abandonado, intentando devolverle la vida o más bien, la identidad y el nombre, a un hombre que había llegado gravemente quemado.

Con cierta devoción y suma obsesión, dedica sus días a cuidarlo, lavarlo, leerle y a ahuyentar su soledad. Aquel hombre parece no recordar nada sobre sí mismo; asegura que es inglés, cree que es inglés, y conforme vamos pasando las páginas entre sus delirios y flashbacks, descubrimos con paciencia, ritmo y cadencia, la verdadera historia y personalidad de nuestro paciente. Sus viajes, sus mentiras, sus culpas, su mayor engaño y traición, el mal que desató a su alrededor y todas aquellas consecuencias que lo han llevado a encontrarse postrado con el cuerpo calcinado. Sus descubrimientos y ruinas nos develan la verdad al final. Esta historia me devolvió el ritmo de lectura que me hacía falta.

Las personas que nos rodean creen conocernos, creen poder develar nuestras personalidades a través de nuestras palabras o acciones. Actualmente es extraño nuestro comportamiento; a través de nuestros aparatejos intentamos mostrarnos al mundo, aparentando vidas exitosas, felices, completas, o por otra parte, develamos parte de nuestros pensamientos a la nada: emociones, amores fallidos, traumas de la infancia, anécdotas familiares, opiniones que nadie nos ha pedido.

Creemos que todos aquellos personajes en las redes sociales son reales. ¿Quién te conoce en realidad? ¿Quién realmente termina conociéndote? Se dice que ni siquiera los más cercanos a ti terminarán por develar realmente quién o qué eres. ¿Eres lo que consumes, lo que piensas, lo que muestras, lo que compartes? ¿Te escudas en ti, en otros o en opiniones y publicaciones inverosímiles? ¿Quiénes somos en realidad? A veces tenemos diferentes personalidades: una con los amigos, otra con la familia, otra en la oficina. Sabemos con quién callar y con quién hablar. Con quién discutir y a quién amar. Quizás a diario mentimos, a diario engañamos. Y de alguna manera tiene que ser así porque nadie quiere o espera que la realidad sea de una manera que muchas veces no se pueda enfrentar. Es lo justo, para evitar conflictos innecesarios. Quizás.

Lo importante es que el engaño nunca sea algo que nos afecte, lo importante es ser fiel y directo con uno mismo. Si sabes que algo te molesta, que daña tu integridad, que hace que pierdas tu balance y ritmo, es mejor hacerlo a un lado o dejarlo atrás. Enfrentar a quien tengas que enfrentar y retomar tu dignidad y espíritu para no engañarte, no mentirte, y de esta manera no afectar y dañar a los demás. Como aquel hombre que le es infiel a su mujer, que lleva doble vida y que no se atreve a decir: lo siento, ya no te amo. O aquella mujer que no teme decir: lo siento, ya no te soporto. Existen también aquellas personas que viven atrapadas en los estándares que su familia espera que cumplan, sin liberarse de la mentira y decir: soy esto, quiero esto, amo esto, prefiero esto. A veces, ir en contra significa navegar bajo tu propia marea y fluir con ella.

Como los escritores que nos inventamos cientos de personajes y nombramos a nuestras personas por otros nombres para que formen parte de nuestras historias, nos inventamos seudónimos y personalidades para desenmascarar nuestras dolencias y emociones; que todo salga, que nada se quede, ya sea bajo nuestro propio nombre o con nuestros actores. Que nadie vea, que nadie sepa. Al final, nuestra verdad nos pertenece. Y es válido decidir quién puede o quién no puede formar parte de ella.

Como dato curioso, Michael Ondaatje ha conseguido el premio Golden Man Booker Prize gracias a El paciente inglés, novela que, acabo de descubrir, fue adaptada al cine en 1996, ganando nueve estatuillas. Lo admito, el libro llegó muy tarde a mi vida, pero en el momento perfecto.

Este texto fue escrito por Christian L. Volkmar
 y publicado originalmente en el número 112 de Revista Lee+. Pueden leerlo en su versión digital dando clic aquí o en su versión física, disponible en todas las Librerías Gandhi del país.