‘De Iguala a Ayotzinapa: La escena y el crimen’: Entrevista con los autores

‘De Iguala a Ayotzinapa: La escena y el crimen’: Entrevista con los autores
31 de enero de 2020
Herles Velasco

De Iguala a Ayotzinapa: La escena y el crimen, es un libro donde sus autores Fernando Escalante Gonzalbo y Julián Canseco Ibarra, se interesan no en los sucesos mismos, sino en la construcción simbólica que se desarrolló en la prensa, los informes de expertos, las expresiones callejeras, así como en los efectos que la “cultura antagónica” —un marco de referencia basado en la sospecha ante cualquier acción del Estado— tiene en la comprensión de la realidad social e histórica de nuestro país. Apoyados en un modelo propuesto por Marshall Sahlins, los autores encuentran los mecanismos de interpretación que permitieron colocar ambos acontecimientos (los hechos del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco y la desaparición de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa), toscamente distorsionados, en una misma cadena de ultrajes.

Les compartimos la conversación que tuvimos al respecto con los autores de este libro.

¿El caso de Iguala se ha convertido en un símbolo que engloba a las demás tragedias, donde se ha visto involucrado algún componente del Estado?

Fernando Escalante: En México, normalmente, las tragedias más o menos brutales que este caso, se vuelven intrascendentes en la opinión pública en cuestión de días. Esto no pasó con la tragedia de Iguala; nosotros especulamos que por lo menos los hechos violentos que han ocurrido en este país en los últimos diez años encontraron su cauce en la masacre de Iguala y ahí pudieron expresarse.

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Julián Canseco: Pareciera que la sociedad mexicana no reaccionó emotiva ni moralmente a los índices de violencia de las últimas décadas, tiene un impacto ver en la prensa un día tras otro decapitados, disueltos en ácido, etcétera, tiene que haber ido cargando a la gente. El problema fue el discurso con el que se explicaban aquellas masacres hacía imposible la empatía: eran criminales matando criminales.  De pronto en este caso, era posible empatizar; en ese sentido, más que englobar a las otras tragedias, ésta sería las antípodas de las otras.

¿El impacto mediático del caso Iguala, opaca entonces a otras tragedias que hacen menos ruido en los medios? 

F.E. El nuevo gobierno ha dado su compromiso de esclarecer lo que pasó en Iguala, en el caso de las demás tragedias no ha sido así; es la masacre emblemática, y sí las hace de cierta manera “menos importantes” a las otras.

Otros casos, como el reciente caso en Sonora con la familia LeBarón, ¿podrían funcionar empáticamente al nivel del caso Iguala?

F.E. Es posible por supuesto, pero no probable en el corto plazo considerando que Ayotzinapa se ha convertido en un referente indispensable en este siglo para la historia mexicana y por lo tanto tiene un lugar difícil de remplazar.

J.C. El gobierno actual tiene una “línea de crédito” abierta, sería muy difícil que se juntaran los mismos ingredientes que en el caso Ayotzinapa en el sentido de que la credibilidad de aquellos gobiernos estaba desgastada, eran creíbles las relaciones que se establecieron.

¿Hubo algún dato o hecho, a lo largo de su investigación, que les haya sorprendido de forma particular?

F.E. La descontextualización de los hechos, cosa que explicamos la última parte del libro, la manera en la que se representaron en la conversación pública, en los medios, a la vez que se le extraían algunas de sus características concretas, me pareció absolutamente llamativo el de las víctimas: los 43 desaparecidos concentraron la atención, pero recordemos que hubo 6 muertos esa noche, tres de ellos normalistas y tres que no lo eran; en el MUAC, por ejemplo, expuso Ai Wei Wei una obra con los 46 rostros de los normalistas, los otros tres fueron excluidos a pesar de haber sido también víctimas.

En su libro se aborda mucho una especie de paralelismo entre Iguala y Tlatelolco.

J.C. Se ha construido toda una mitología en torno a ese caso, es un acontecimiento con una carga simbólica obvia; una cosa son los hechos y otra el acontecimiento, éste es ya un emblema del pueblo mexicano en contra del autoritarismo, y así se toma. Lo que se hizo en el caso de Iguala es trasponer ese episodio en, otra vez, la lucha del pueblo contra el autoritarismo, entonces hay un esfuerzo deliberado por asimilar los hechos de Iguala al arquetipo de Tlatelolco, reducido a “estudiantes asesinados por el Estado”, aunque en los hechos estamos hablando de situaciones y contextos distintos.

¿También existen mitologías construidas alrededor del caso Iguala? ¿cuáles serías las consecuencias de algo así?

F.E. La consecuencia más grave es que no podemos entender los hechos como lo fueron, si nos creamos versiones construidas a partir de los hechos, en vez los hechos, esto imposibilita resolver la situación.

J.C. Sin poner en duda, de ninguna manera, que los estudiantes eran buenas personas, llama la atención cómo se construyeron los retratos de éstos, los rasgos: personas que eran tímidas, calladas, no iban a fiestas, no tenían muchos amigos, es decir: los periodistas (un grupo) que recogieron los datos, reprodujeron el arquetipo del “estudiante estudioso”; por qué no decir que además de buenas personas, estudiosas, les gustaba bailar, no eran tan tímidos, esto porque hay otro arquetipo del estudiante, al otro extremo, había que separarlos de ese imaginario, como si no ser estudiantes modelo, justificara los hechos.

Con base en su investigación, ¿consideran alguna de las tantas versiones que hay de los hechos, como la más cercana a lo que pudo haber sucedido?

J.C. La respuesta simple es “no”. Por otro lado, de las tres versiones principales hay coincidencias en lo fundamental, y discrepan en distintos detalles, habría motivos para pensar que las coincidencias significan que hay un acercamiento ahí a la verdad.

F.E. Las investigaciones son públicas; hay una tendencia por parte de la opinión pública a pensar que si hay discrepancias, todo es diferente y no se sabe nada, a pesar de que este es el caso más investigado en los últimos años.

¿Existen las condiciones para que se repita un hecho de esta magnitud?

J.C. Se siguen produciendo todos los días, muertes, desapariciones; condiciones para que se construya un fenómeno de opinión tipo “el Estado mata al pueblo” parece difícil.+