El librero de Alejandra de la Paz Nájera (Biblioteca Franz Mayer)

El librero de Alejandra de la Paz Nájera (Biblioteca Franz Mayer)
04 de febrero de 2020
Beatriz Vidal

El librero de Alejandra de la Paz Nájera es muy antiguo: cuenta con ejemplares que tienen más de quinientos años y los recientes casi acaban de salir de la imprenta; sus lenguas también son muchas, y su construcción revela una historia personal y lejana. Alejandra es la custodia de una parte de la colección de Franz Mayer, la más delicada y la que siempre corre el riesgo de perderse: a pesar de su resistencia, el papel tiene enemigos que pueden destruirlo irremediablemente. Acompañémosla a recorrer los libreros donde se guardan las obras reunidas por el financiero alemán que llegó a nuestro país a comienzos del siglo xx, y hoy se muestran como el reflejo, el otro lado del museo que lleva su nombre.

La biblioteca se inauguró en 1988, casi dos años después del nacimiento del museo. La mayor parte del acervo es resultado del afán coleccionista de Franz Mayer. Él, alemán de origen, llegó a México en 1905 y muy pronto comenzó a reunir libros históricos, ejemplares raros y, por supuesto, libros antiguos e incunables. Sus primeras adquisiciones datan de 1911 y continuaron a lo largo del resto de su vida.

Originalmente, esta biblioteca se encontraba en la casa de Franz Mayer, ubicada en Lomas de Chapultepec. Ahí, ocupando un gran espacio, estaban distribuidas sus colecciones, incluyendo la de artes aplicadas. Tras el fallecimiento del alemán, ocurrido en 1975, se iniciaron muchos trabajos: era necesario encontrar un lugar idóneo para todas las obras recopiladas, entre ellas, todos los libros antiguos: ejemplares que abarcan desde el siglo xv hasta el siglo xix. Este acervo es muy valioso, tiene cerca de catorce mil volúmenes que fueron catalogados y colocados en un espacio muy afín a su creador: la duela del piso de la biblioteca es la que originalmente Mayer tenía en su hogar y, por si esto no fuera suficiente, el resto de la madera que se utilizó en su construcción también es de cedro rojo.

La elección de este tipo de material por parte de Franz Mayer no fue casual: el cedro no sólo es aromático y tiene un color maravilloso; además, repele a ciertos insectos —como las polillas— que inexorablemente llevan a la tumba a los libros y las colecciones documentales. Así, cada uno de sus entrepaños es un escudo que protege a las páginas de estas agresiones y, además, es capaz de crear una atmósfera que, en cierta medida, nos lleva al mundo de un coleccionista insaciable.

Hoy, la biblioteca de Franz Mayer está estructurada en torno a distintos fondos, los más importantes son los de libros raros y antiguos, el conventual, el de don Quijote, y a ellos se suman los dedicados a las partituras, a los documentos históricos y el fondo personal de Franz Mayer, que también es riquísimo, pues está compuesto por libros de viajeros, obras fundamentales de la historia de México y los volúmenes que muestran sus otras pasiones, como las novelas. Este fondo, por decirlo de alguna manera, es la biblioteca íntima de su creador. Evidentemente, la biblioteca se complementa con una serie de obras contemporáneas dedicadas a las artes decorativas, al diseño y, por supuesto, a los catálogos de las exposiciones en las que las piezas del Museo Franz Mayer han participado. Entonces, adentrarse en la biblioteca abre la posibilidad de establecer un diálogo entre el pasado y el presente para descubrir por qué razones los objetos del museo y los libros son verdaderamente importantes.

El fondo más nutrido es el de Don Quijote de la Mancha: son cerca de mil ejemplares en dieciocho idiomas y eso lo convierte en una parte muy importante de la colección. Cuando pienso en los libros que integran la biblioteca siempre me enfrento a algo muy complicado: al igual que me ocurre con la colección permanente del museo, tengo como ochenta favoritos. De lo que sí estoy segura es que es un privilegio estar cerca de los ejemplares incunables, de las ediciones anteriores al siglo xvi y, entre ellos, hay uno que es una maravilla: Las crónicas de Nuremberg, el cual fue editado en Alemania en 1489 y contiene una serie de espléndidos grabados en madera. También hay otro del siglo xviii que se llama Las mujeres fuertes, se trata de un libro editado en francés que nos pone frente a uno de los temas más importantes de nuestros días: la equidad de género como un asunto que hunde sus raíces en los tiempos de la Ilustración.

Los ejemplares de la biblioteca también son de una gran riqueza lingüística: algunos —como las ediciones de Don Quijote de la Mancha — son una muestra del más bello castellano, pero otros están en latín, unos más en alemán y en francés, e incluso los hay en árabe. Es interesante descubrir que en los libreros conviven distintas lenguas, diferentes continentes y variadísimas tradiciones literarias e históricas. En este sentido es posible pensar que la biblioteca es un espejo de la colección que se presenta en el museo: conocer el Franz Mayer sin conocer la biblioteca o conocer la biblioteca sin conocer el Franz Mayer es imposible. Ambos espacios están profundamente entrelazados y se explican de manera simultánea.+