40 años d.W. (después del Walkman)

40 años d.W. (después del Walkman)
Martes 5 de noviembre de 2019
Ángel Armenta López

Si hurgamos en la historia de la música grabada, debemos remontarnos hasta 1878, cuando Thomas Alva Edison dio a conocer el fonógrafo. En un principio, el mismo Edison recomendaba el fonógrafo para usos de oratoria, es decir, para grabar los grandes discursos políticos de la historia, sin embargo, poco a poco su principal función se fue inclinando más a los sonidos. Fue así como la música grabada comenzaría su andar por la historia y las nuevas tecnologías.

 

Hasta antes de las grabaciones, la música sólo podía contemplarse y disfrutarse en directo, en recitales en vivo. Dicha experiencia quedaba sometida a un único momento. Es decir, por dar un ejemplo, como si tuviéramos una sola oportunidad de ver una fotografía, una pintura o una película. Naturalmente, la música que gustaba, el público la quería oír de nuevo. Posteriormente, la grabación hizo que la música no sólo se reprodujera en los recitales, salió del ámbito público para instaurarse en las salas o recamaras privadas de las personas, y en otros casos, se crearon los foros, auditorios y pubs para escuchar música, posteriormente, llegarían las salas de baile. Desde aquel momento, la música se hizo omnipotente, pues podía ser reproducida casi en cualquier espacio. Es por ello que su naturaleza haya mutado a ser tan oblicua que podemos escucharla en centros comerciales, transporte público, cine, videojuegos, por dar algunos ejemplo, o bien, realizar actividades como el ejercicio o el trabajo.

Más tarde, dando un brinco por los años, la música se apoderaba del espacio público de nuevo. En 1976 nace uno de los aparatos más icónicos de la década. ¿Recuerdan los vídeos o películas en los años ochenta donde vemos a jóvenes escuchando funk, rap o soul por todos lados con una grabadora rectangular sobre sus hombros? El llamado boomboxer llegaba a las calles de Nueva York para apoderarse de los parques y plazas. De inmediato, el boomboxer generó pequeñas comunidades de jóvenes norteamericanos, en su mayoría afroamericanos, que por su aspecto, no tardarían en ser objeto de señalamientos raciales.

Su actitud bravucona los llevó a ganarse motes como ghettoblasters o detonadores del ghetto. Pronto las autoridades pusieron en marcha leyes para regular los altos volúmenes en calles y plazas públicas, donde se reunían a escuchar música, dialogar y muchas veces bailar. Las agresivas canciones que emanaban de las bocinas, fueron incomodas para las autoridades, quienes preocupados por el “ruido” de estas comunidades, comenzaron a crear políticas públicas en torno a lo estridente y sus efectos sociales.

 

Hasta ese momento, y a pesar de que los llamados boomboxers ya funcionaban con cassettes, la revolución estaba por llegar con un aparato lanzado por compañía Sony: El Walkman. La llegada de éste, representó uno de los grandes cambios sociales para la forma en la que consumimos música. Primero que nada, logramos sacar a la música a los espacios públicos (de nuevo), pero en un sentido privado, es decir, podríamos viajar a donde sea (siempre y cuando la batería nos diera) pero sin compartir nuestra música con la gente que nos rodea, era sólo para nosotros. El sentido socializador de la música, pasaba a un aspecto meramente privado. Además, con la llegada del cassette, la gente comenzaba a curar sus propios playlist, ya sea de un cassette a otro o de la radio misma. Comenzábamos a ser los curadores de nuestras propias bandas sonoras. Podrías traer contigo, tu propio soundtrack del día. Los consumidores de música tomaron las riendas de lo que querían escuchar según criterios como actividades o estados de ánimo. Podías viajar por el metro, salir a correr al parque o colocarte los audífonos para no interactuar con nadie acompañado de la canción más prudente para la ocasión.

Posteriormente llegaron los reproductores de discos compactos (CD Walkman de Sony, por ejemplo), y de igual forma, podrían transportar su música con ellos, sus bandas sonoras personalizadas y el intercambio de estéticas sonoras con demás amigos, era posible de manera más accesible y sencilla.

Ahora bien, vivimos en una época donde se dice que la industria del CD está en quiebra, aunque con serios cuestionamientos sobre tal afirmación, debemos plantearnos los escenarios que vive la música en la era del streaming. Como si fuera un círculo que se completa, la música vuelve a la intangibilidad, y es que más bien, la música siempre ha sido intangible, lo que se hizo físico, fueron los medios y canales por los que se reproducía. Hoy en día, contamos con una serie de plataformas que nos permiten hacer lo que un día esbozo el walkman: llevar nuestra música con nosotros mismos, creando playlists con una diversidad de géneros, a un costo mucho más reducido a décadas pasadas y múltiples formas de su producción, reproducción, difusión y consumo.

Sony ha comunicado que relanzará una edición del Walkman que, además de reproducir cintas, podrá reproducir playlists de plataformas como Spotify o Apple Music, y el costo por unidad será aproximadamente de unos 8 mil pesos mexicanos. ¿Será que la nostalgia nos ganó o realmente el Walkman sigue siendo indispensable? +